Partha Chatterjee; The Black Hole
of Empire. History of a Global Practice of Power; Princeton University Press,
2012.
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CAPITULO
UNO
Escándalo
en Calcuta
Traducción de Morena Goñi - UNR
Junio de 2017
LA MITICA HISTORIA
del Imperio Británico en Oriente comienza en un agujero negro. En la historia
evolutiva de las estrellas, el agujero negro es una constructo teórico. Los
científicos cuentan que la mayoría de las propiedades de los agujeros negros no
pueden observarse directamente. Cuando el núcleo de una estrella se enfría,
contrae y colapsa en un agujero negro, el espacio-tiempo a su alrededor se
curva tan fuertemente que no hay fugas de luz aunque sean eyectadas y todos los
vestigios de la implosión desaparecen. Un observador externo no podría asociar
los sucesos internos a una noción de tiempo familiar, y por lo tanto, en
ausencia de una equivalencia cronológica, es imposible que se produzca alguna
comunicación con un observador interno, en caso de que hubiera uno. Los
científicos, por supuesto, infieren la existencia de agujeros negros por la
observación de los discos de polvo o gas caliente cercanos a los núcleos de las
estrellas, pero de hecho, ningún agujero negro ha sido observado hasta el
momento.
El Agujero Negro de
Calcuta tiene un estatus similar en la historia de los imperios modernos.
¿Dónde estaba localizado exactamente, y que paso en él?
¿Cómo hacemos para conocer el lugar o sus acontecimientos? Para
contestar estos interrogantes, deberemos excavar varias capas de narrativa y
creencias que yacen enterradas debajo del edificio postimperial de la comunidad
mundial de las naciones que actualmente está en boga.
LOS VIAJES DE UN MONUMENTO
El predio Dalhousie
es el corazón del distrito administrativo de Calcuta, una ciudad cuyo nombre
fue anunciado actualmente de manera oficial, de acuerdo con el dialecto
Bengalí, Kolkata. Como tantos otros mojones coloniales en la ciudad, el predio
Dalhousie también fue rebautizado en la década de 1960. El nuevo nombre es
mayormente usado como un acrónimo en autobuses y señales de tránsito: Bi-ba-di
Bag. En Bengalí, pareciera que el lugar fue denominado así luego de una disputa
legal. Pero en su forma amplia, su nombre es Binay-Badal-Dinesh Bag, que rememora
a tres jóvenes osados que en un día de invierno de 1930, caminaron hacia los Writers’ Buildings y mataron al Teniente Coronel Norman Skinner
Simpson, inspector general de prisiones, mientras estaba sentado en el
escritorio de su oficina. La gran estructura de ladrillos rojos de los Writers’ Buildings ocupa y domina la
zona norte del predio, proyectando un vasto reflejo carmesí sobre la reluciente
superficie de la laguna del centro. Los principales ministerios de la
gobernación provincial aún están emplazados en los Writers’ Buildings, tal como sucedía en los tiempos en que los
británicos gobernaban la India. En la zona oeste del predio se erige uno de los
edificios más distintivos de la Calcuta colonial –La Oficina General de Correo-
construido en estilo clásico con columnas corintias y una cúpula renacentista.
En un día laboral, el bullicio alrededor del lugar es abrumador, con cientos de
personas precipitándose sobre el tramo semicircular de escaleras de mármol
blanco que conducen a un elegante hall abovedado, rodeado por docenas de
mostradores. En la calle, a lo largo de la reja de hierro del correo, hay una
innumerable cantidad de vendedores ofreciendo la más disparatada gama de
productos que uno pueda imaginar, desde comida hasta sobres, y de lapiceras a
billetes de lotería. Cientos de autobuses y minibuses transitan el correo,
dentro y fuera del Bi-ba-di Bag, tocando bocina frenéticamente y despidiendo
gases nocivos. Aquí nadie tiene la más mínima sospecha de que la ciudad no
siempre fue así. ¿Cómo puede alguien imaginar una Calcuta sin el predio
Dalhousie y el Correo?
Un visitante
atento, sin embargo, tal vez note una pequeña placa en lo alto del muro oeste
del Correo. Ésta proclama, de manera algo críptica: “Las líneas de metal sobre
los escalones adyacentes y en la calle, marcan la posición y extensión de parte
del bastión sudeste del antiguo Fuerte William, ubicado a 95 pies de esta
pared”. Las líneas de metal son difíciles de hallar, pero a lo largo de uno de
los escalones más bajos hay una tira que parece ser una senda de hierro forjado
que se extiende algunas yardas en dirección sur y luego se corta abruptamente.
No hay ningún indicio adicional acerca del misterio de la pared del fuerte.
Justo al norte del
correo hay otro edificio público de ladrillos rojos conocido como la
Recaudadora de Calcuta, y más al norte, llegando a la esquina del Fairlie, hay una gran estructura decimonónica, la sede del
Ferrocarril Este. Algo incongruente, un edificio de la década del 60 se erige
en el medio, albergando las oficinas de Calcuta del Banco de Reservas de la
India. Toda la sección norte y oeste del predio Dalhousie tiene una
inconfundible impronta victoriana, una riqueza estética que está groseramente
estropeada, según los puristas, por la monumental banalidad del Banco de
Reservas. Alguna vez hubo un edificio del SXIX no tan grandilocuente en aquel
lugar, pero fue demolido en los años 60. Solía ser la Aduana.
La calle que parte
desde el predio del Correo hacia el oeste, conduce al río Hugli. Esto es el
Koila Ghat, literalmente “Muelle de carbón”. Se dice que el nombre es la
degeneración de Killa Ghat, que asociaría al lugar con el fuerte. Hacia el sur
del predio Dalhousie se encuentra la calle Council House, que pasa por el
jardín de la Iglesia St. John, construida en 1787 y utilizada hasta 1847 como
la catedral anglicana de la ciudad. Antes de su reciente renovación, estuvo
durante muchos años en mal estado de conservación. El campo santo contiene
alguna de las más antiguas arquitecturas funerarias de la Calcuta británica,
incluyendo el mausoleo
Figura 1. Monumento Holwell en la
Iglesia del Santo John. Foto: Abhijit
Bhattacharya
de Job Charnock,
quien fundó el primer asentamiento Sutanuti, y la tumba del Vice Almirante
Charles Watson, que junto a Robert Clive (1725-74), encabezó la reconquista
británica del Fuerte William en 1757. Ambas estructuras se distinguen por su
estilo islámico, señal de que en aquella época los artesanos locales no estaban
entrenados para construir acorde al diseño europeo. Aunque más interesante para
el presente propósito, es un monumento erigido cerca de la pared oeste del
cementerio, rodeado de arbustos crecidos y pilas de basura.
Es un obelisco de mármol blanco de base octogonal, con
placas inscritas en seis de sus lados y frisos florales en sus otros dos. La
leyenda principal dice lo siguiente:
Este monumento
Fue erigido por
Lord Curzon, Virrey y Gobernador General
de La India,
En el año 1902,
Sobre el sitio
Y como reproducción del diseño
Del monumento original
A la memoria de 123 personas
Que perecieron en la prisión Agujero
Negro
Del Antiguo Fuerte William
En la noche del 20 de junio de 1756
El monumento original fue levantado por
Su compañero sobreviviente
J.Z. Holwell, Gobernador del Fuerte
William,
En el lugar en que los cuerpos de los
muertos
Habían sido arrojados dentro de la zanja
del revellín
Fue removido en 1821
La siguiente placa
muestra los nombre de veinte siete personas a quienes John Zephania Holwell
(1711-98) originalmente registró como
fallecidos en el Agujero Negro. Otras dos placas enumeran a cincuenta y cuatro
víctimas adicionales cuyos nombres fueron “recuperados del olvido gracias a
documentos contemporáneos”
Actualmente el monumento está emplazado en
el lugar equivocado, porque éste no es ni el sitio de la prisión Agujero Negro
ni el lugar en que los cuerpos de las víctimas eran arrojados. En la base del
monumento hay otra inscripción:
Este monumento fue erigido en 1902
Por
Lord Cruzon en el sitio original del
Agujero Negro
(Esquina noroeste del predio Dalhousie)
Y trasladado de allí al Cementerio
De la Iglesia de St. John, Calcuta en
1940
Por lo tanto,
estamos lidiando con dos monumentos. El original, según dicen, estaba en
cerca de la esquina noroeste de lo que en aquel entonces se llamaba plaza Tank,
mucho antes de que James Andrew Ramsay, Lord Dalhousie (1812-60) fuese
recordado como un héroe imperial. Sabemos por los archivos que los restos del
antiguo fuerte, incluido el sitio de la prisión Agujero Negro, fueron demolidos
cuando la vieja Aduana fue construida. El monumento Holwell estaba por fuera
del viejo fuerte, emplazado en algún lugar frente al actual edificio de la
Recaudadora.
También sabemos que
el monumento original fue diseñado y construido probablemente en 1760 por
Holwell, un sobreviviente del incidente del Agujero Negro, a quien le debemos
la única narración detallada del evento. En aquel entonces, la inscripción en
el frente del monumento tenía cuarenta y ocho nombres de aquellos
Que junto a tantos otros habitantes,
Militares y milicias, por el número de
123 personas,
Se encontraban bajo la violencia
tiránica de Surajud Dowla,
Suba de Bengala, sofocados en la prisión
del Agujero Negro
del Fuerte William en la noche del 20 de
Junio,
1576, y lanzados promiscuamente la siguiente mañana
Dentro de la zanja del revellín de este
lugar,
Figura 2. Los planos de Holwell para su
monumento e inscripciones. Fuente: Holwell 1774, frontispiece.
Este
Monumento es erigido,
por
su
compañero sobreviviente,
J.Z.Holwell
Del
lado de atrás del monumento, la inscripción dice:
Este acto horrible de violencia,
Fue tan amplio
Como merecidamente vengado
En Surajud Dowla,
Por
las armas de su Majestad,
Bajo la conducción del
Vice
Admirante Watson y Coll. Clive
Anno,
1757
En 1756, no existía
el predio Dalhousie, ni el Correo, ni siquiera la Aduana. Toda el área, desde
el Fairlie en el norte hacia la calle Koila en el sur, y desde
Binay-Badal-Dinesh Bag en el este hasta el Río Hugli en el oeste, que en aquel
entonces circulaba en el interior, envolviendo la carretera Road, era el
emplazamiento del Fuerte William, el pueblo fortificado que sirvió como el
principal asentamiento de la Compañía Británica de la India Oriental en
Bengala. Esto no lo sabemos por los restos materiales sino por las fuentes
preservadas en los archivos y bibliotecas. Sin embargo, para rastrear el
movimiento del monumento del Agujero Negro hay que desentrañar la historia
mítica del imperio.
EL
ANTIGUO FUERTE WILLIAM
En 1756 el centro
de Calcuta consistía en un pequeño fuerte con bastiones de tierra y balastro, y
muros de ladrillo. Contenía una sala comercial o fábrica, depósitos, la
residencia del gobernador, una armería y almacenes, cuartel y alojamiento para
los oficiales de la Compañía de la India Oriental. Los bastiones en cada una de
las cuatro esquinas del fuerte tenían diez cañones, y la entrada principal Este
tenía cinco. Las paredes de ladrillo tenían alrededor de cinco pies de ancho y
dieciocho de alto. Fuera del fuerte, se encontraban los asentamientos de
residencias privadas británicas, una iglesia, una corte del alcalde, un hospital
y una casa de juegos. Aparentemente, la pequeña población británica vivía de
forma ostentosa en espaciosas casas citadinas construidas en estilo europeo, frecuentemente
rodeadas de grandes jardines. La parte india del pueblo era mucho más grande y
se encontraba en el norte, en lo que antes era la Villa Sutanuti, separada
del “Pueblo Blanco” por indoportugueses
y cuarteles armenios, sumado a otro asentamiento hacia el sur en la Villa de
Gobindapur.
Calcuta creció
fenomenalmente en la primer mitad del siglo diecinueve, y en 1756 su población
total pudo haber sido alrededor de cien mil. Probablemente el número de la
población británica no superaba los cuatrocientos, en su mayoría hombres- una
gran parte de los cuales eran soldados. La población india que residía en el
“Pueblo Negro” constaba de comerciantes, artesanos y jornarleros que trabajaban
o hacían negocios en el próspero centro comercial llamado Bara Bazar, o en el
gran mercado, justo al norte del fuerte. Alguno de los mercaderes indios del
pueblo, como Gophian Seth, Ramkrishna Seth, Sobharam Basak o el difamado
Amirchand (conocido como Omichund en las fuentes británicas), eran los
principales abastecedores de algodón, productos de seda, salitre y otras
mercancías exportadas por la Compañía de la India Oriental y sus oficiales. Los
Seths y los Basaks así como los Amirchand
tenían propiedades en el Pueblo Blanco, que arrendaban a los europeos.
Cerca de 1745, hubo un intento de separar definitivamente el Pueblo Blanco y el
Pueblo Negro. Luego de que fuera denunciado que “varias personas Negras
estuvieran entremezcladas en las casas inglesas, y ello
Figura 3. Fuerte William en el Reino de Bengala perteneciente a la Compañía Británica de la India Oriental, grabado por Jan Van Ryne. Fuente: Curzon 1925
suponía una molestia y diferentes problemas a los
moradores ingleses,” la orden concluía que “las personas Negras que viven en el
Pueblo” deben dejar de hacerlo. Esto fue seguido de instrucciones enviadas
desde Londres que “las casas pertenecientes a nuestros servidores o cualquier
inglés no deben ser vendidas a los moros o a ningún mercader Negro en
absoluto.”
La Compañía tenía
ocupadas las tres villas de Sutanuti, Kalkatta y Gobindapur como zamindar, con el derecho de asentar personas y recaudar
ingresos, desde 1698. Como en el asentamiento del Fuerte St. Georges en Madras,
la compañía inglesa era partidaria de fomentar a la población local a
establecerse bajo su protección, participar del comercio y la agricultura, y
contribuir con las recaudaciones. En 1717, la Compañía permitió a un farman del Emperador Farrukhsiyar de
Delhi comerciar sin pagar impuestos de aduana, arrendar treinta y ocho villas
adyacentes a Calcuta y acuñar moneda por fuera de sus lingotes importados. Si
estos pronunciamientos imperiales fueron consultados, o si el Nawab de Bengala
fue obligado a implementarlas, suponen un asunto de disputa. El Nawab Murshid
Quli Khan permitó que los bienes de la Compañía circularan sin impuestos, pero
no aquellos bienes que pertenecían a los oficiales de la Compañía. Los
servidores de la compañía, sin embargo, trataron diariamente de llevar a cabo
sus negocios privados bajo el sello de la Compañía con el propósito evadir las
cargas aduaneras. Murshid Quli Khan también se negó a permitir que la Compañía comprase
villas adicionales, pero durante los primeros años del siglo dieciocho, varias
villas fueron adquiridas como propiedad nominal de empleados indios de la
Compañía. En cuanto a la acuñación moneda, el Nawab rechazó la autorización
categóricamente.
El asentamiento de la Compañía en Calcuta fue fortificado
constantemente durante la primera mitad del siglo dieciocho, a veces con el
permiso del gobernador del Nawab, pero frecuentemente sin él. Los directores
Figura 4. Sección del mapa del Antiguo Fuerte William y el pueblo de Calcuta, 1756-57. Fuente: Busteed 1888
de la Compañía en Londres siempre estuvieron preocupados
por la necesidad de defender el asentamiento en Bengala para proteger su
negocio. Tan temprano como en 1700, ellos recordaban a sus oficiales en Bengala
que “con cada envío les hemos instigado a construir fortificaciones lo
suficientemente fuerte para desalentar o enfrentar cualquier tentativa de los
Moros, pero de una manera tan confidencial como sea posible.” Las instrucciones
fueron repetidas en 1709:
[Desde] que la mayor parte de nuestras exportaciones
anuales son destinadas al Bay, nuestra fortaleza no puede ser suficientemente
fuerte y se ha vuelto indefendible ante cualquier intento de los Moros, aún
cuando no haya ningún europeo dirigiendo sus asaltos, y por lo tanto les
decimos que tomen todas las oportunidades para ello pero sin hacer ruido y tan
confidencialmente como puedan y asegúrense de enmascarar sus verdaderas
intenciones, alegando que tal construcción es
para evitar inundaciones o para almacenes adicionales para preservar bienes de
incendios o para reforzar las paredes ante los derrumbes o cualquier otra razón
que pueda ser ciertas en parte, aunque no toda la verdad.
El comercio privado
de los oficiales de la Compañía era cuestión de numerosas disputas. Hay pocas
dudas respecto de aquellos que eligieron navegar a La India para prestar
servicio a la Compañía, el señuelo de adquirir una fortuna en pocos años con el
comercio privado era la atracción más poderosa, pues el salario real pagado por
la Compañía era miserable. A los redactores les
pagaban £5 al año, a los
agentes les pagaban £15, y los mercaderes superiores, luego de una década de
servicio en La India, obtenían £40. El salario medio y los beneficios oficiales
para todos los servidores de la Compañía, incluidos los gobernadores, en el
período previo a la batalla de Palashi (conocida en las fuentes inglesas como
Passey) era por debajo de los £150 anuales. La mayoría de los que provenían de
Gran Bretaña odiaban las condiciones en Bengala: “A ellos les disgustaba el
clima, les disgustaban las enfermedades que reaparecían frecuentemente, les
disgustaban los Negros”. Pero todos esperaban ansiosos volver a casa después de
diez o cincuenta años con suficiente fortuna para vivir “libres e
independientes como hidalgos.” Esto podría
significar algo así como £25.000 en ahorros, que permitiría a cualquiera vivir
la vida de un pequeño propietario. Ni siquiera los miembros del clero eran
inmunes. “Estoy extremadamente ansioso”, escribió un hombre joven, “de ir como
capellán en la flota de la India Oriental. El sueldo es escaso, sólo £40, pero
hay muchas ventajas. La última flota trajo a casa £3.000.”
Una de las
variedades del comercio privado, llamada el “country trade”, consistía en
transportar productos en buques británicos privados desde los puertos indios
hasta Golfo Pérsico y Mar Rojo, o hasta China y el sudeste asiático. Hacia
1720, gran parte del comercio marítimo indio estaba en manos privadas, y
Calcuta había superado a Madras como principal puerto. Para aquel entonces,
cada temporada unas cuarenta flotas británicas privadas zarpaban cargadas desde Calcuta. Al parecer, los exportadores
locales escogían los buques británicos, principalmente por la velocidad y
destreza con la que operaban, y el valor con el que eran defendidos.
Consecuentemente, los comerciantes asiáticos se disponían a pagar costos de
transporte superiores para asegurarse un paso rápido y seguro. Todos los rangos
de oficiales de la Compañía, con la aprobación de su superiores, participaban
regularmente del “country trade” para producir ganancias personales. A veces,
los directores en Londres escribían a sus oficiales indios para que se tomaran
cartas en el asunto y frenaran las prácticas. Pero el consejo del Fuerte
William respondía, “Si la Compañía prohíbe el comercio privado, sus servidores
morirán de hambre.”
La otra forma de
comercio privado era la participación de oficiales de la Compañía en el
“inland” o comercio interno en Bengala. Como tenían poco capital propio, los
sirvientes de la Compañía tomaban préstamos de los mercaderes indios y usaban
sus posiciones de autoridad en la Compañía para promover sus propios negocios.
Esto podía hacerse con los empleados de la Compañía ubicados en factorías del
interior o vía los gumashtas que
recorrían el país. En 1723, se reportó que el comercio privado de los
servidores de la Compañía en Patna era más grande que los negocios de la propia
Compañía. Una práctica común era usar el permiso de la Compañía o dastak para liberar a los bienes
privados de los impuestos de peaje. Los oficiales tomaban represalias cada
tanto, embargando los bienes de la Compañía. Luego de protestas y regateos, los
bienes eran liberados previo pago de una multa. A
veces, se realizaba un face-off, una
prueba de voluntades. En 1702, cuando el faujdar (jefe de policía) de Hugli
cumplió una orden del gobernador nawab en Calcuta, los oficiales ingleses
reportaron a Londres:
Descubrimos que el plan era obtener
dinero de nosotros, pero preferimos irnos sin nada, eligiendo gastar su
honorable dinero en pólvora y Shott antes que dárselo a cada pequeño Rascall,
que pensó que podía hacernos daño,… le dijimos que no estaríamos en Cowreys
Charge, pero nos armamos defensivamente, montando varias armas alrededor de
Garrison, hospedamos a ocho o diez europeos en la tripulación Gunners, creamos
la Compañía de los soldados, ciento veinte hombres, y resolvimos armar una
resistencia sólida, cuando el gobierno escuchó nuestros preparativos no realizó
ninguna tentativa en el lugar, aunque nosotros estuvimos diariamente en alarma
con varios reportes de fuerzas que se acercaban a combatirnos.
Alrededor de 1750,
la posición británica en Bengala devino problemática por la ampliación de las
rivalidades políticas de los europeos en Asia. Las políticas agresivas del
gobernador francés Joseph Francois Dupleix de Pondicherry habían conducido a
importantes triunfos militares y diplomáticos en el Sur de la India, y ahora él
apuntaba a Bengala. En 1751, escribió a su general, Charles Joseph Burry: “Nada
puede ser más sencillo que humillar el orgullo de aquel hombre [Nawab Ali Vardi
Khan] cuyas tropas son tan inservibles como aquellas que ya conoces. Mandar a
Bengala, Balasore y Masulipatam entre cuatrocientos y quinientos hombres… algo
de artillería ligera… eso es todo lo que necesitas en Bengala, en un lugar
donde no hay un solo fuerte y donde todo el terreno se encuentra abierto al
primer vistazo.” Agregó que: “los ingleses y los holandeses no están en
posición de brindarle [Ali Vardi] ninguna ayuda… Yo les desafío a que provean
más de trescientos soldados.”
Los británicos, sin
embargo, no eran lentos para entender la señal. El espíritu ferozmente
competitivo y la rivalidad mercantilista entre las naciones europeas habían
viajado hasta Asia. En adición, nubes de guerra se avecinaban a Europa. Los
oficiales mayores de la Compañía de La India Oriental estaban profundamente
preocupados por proteger el futuro de su lucrativo comercio bengalí y negaban
cualquier ventaja a los franceses. De hecho, hay un argumento familiar entre
los historiadores de que a pesar de que los franceses fueron incapaces de
sostener sus triunfos iniciales, fue Dupleix el primero en demostrar que era
posible para una compañía comercial europea encontrar poder político en La
India para promover sus intereses comerciales; los británicos sólo aprendieron
esta lección de los franceses. Los directores le escribieron a los oficiales
del Fuerte William en 1748:
La experiencia ha demostrado que los
franceses no prestan consideración a la neutralidad en los dominios Mogoles, y
que aunque el Gobierno de la nación esté dispuesto a protegernos, no podrán
hacerlo frente a los franceses, quienes teniendo poco que perder, siempre son
propensos a violar las leyes de las naciones con la finalidad de enriquecerse a
través del saqueo… Tienes la orden de hacer Calcuta tan segura como puedas
frente a los franceses o cualquier otro enemigo europeo… Su majestad apoyará a
la Compañía en lo que crea necesario hacer para su seguridad futura; aunque
ahora la paz con Francia sigue en pie, nadie sabe cuánto pueda durar, cuando la
guerra se desata, es tarde para hacer las fortificaciones lo suficientemente
fuertes como para defenderse de un enemigo audaz, como al parecer sucedió en
Madrass.
Robert Orme, quien más tarde se ganaría la
distinción de historiador oficial de la conquista de Bengala, tan temprano como
en 1752, advirtió a Clive que considerara derrocar a Ali Vardi. “El Nabab
dirigiéndose a Hughley con la artillería de Su Excelencia e intentando sobornar
a todos los asentamientos por una gran suma de dinero; Clive, no sería una
buena idea evadir al perro viejo. No estoy hablando sin conocimiento de causa
cuando digo que la Compañía debe pensar seriamente en ello, o no valdrá la pena
su comercio en Bengala.”
En diciembre de
1752, la Compañía envió al Coronel C.F. Scott como ingeniero general a examinar
y fortalecer las fortificaciones de Calcuta, con especiales instrucciones de
que “mantener nuestros planes en secreto será la mejor manera de prevenir
cualquier problema y bochorno que puedan surgir del gobierno nacional durante
su ejecución.” En 1754, los directores de la Compañía en Londres enviaron
cincuenta y nueve cañones a Calcuta y sugirieron que se fortaleciera el Fuerte
con el permiso de Ali Vardi, de ser obtenido, y si no, sobornando a sus
oficiales. Calcula comenzó a ser fortificada en 1755 sin el permiso del Nabab.
Otra cuestión había
corroído las relaciones entre el gobierno provincial de Murshidabad y los
asentamientos de la Compañía en Calcuta. No es necesario aclarar que el nawab
reclamó sus derechos soberanos sobre el territorio del
Subah de Bengala, incluidos los asentamientos comerciales de la compañía
francesa, británica, holandesa y danesa. No obstante, hubo fugitivos que se
refugiaban en Calcuta, y más paradójicamente, residentes indios en
asentamientos británicos o agentes indios de la Compañía sobre cuyas
propiedades el gobierno provincial realizó un reclamo acorde con la ley estatal
vigente. La Compañía de La India Oriental se negó en múltiples ocasiones a
entregar a estas personas, aludiendo que no podrían “pensar en someter nuestra
bandera y protección al desprecio tal de abandonar a nuestros arrendatarios y
habitantes, y permitir que sus bienes y sus propiedades sean embargados y
saqueados.”
Al parecer, Ali
Vardi, era bien consciente de las oportunidades económicas que se originaron en
Bengala gracias al comercio europeo. “Él solía comparar a los europeos”,
escribió Luke Scrafton, un oficial de la Compañía, “con una colmena de abejas,
de cuya miel se recogen beneficios, pero si molestas a su colmena te van a
picar hasta la muerte.” Ali Vardi estaba dispuesto a prevenir que los ingleses
y los franceses se juntaran en contra de él, por eso trató de enfrentarlos
entre sí. También resistió sólidamente a autorizar las fortificaciones
militares de cualquier asentamiento europeo en sus dominios. Según su admirado
historiador, Ghulam Husain Tabatabai, Ali Vardi temía que luego de su muerte,
“los hombres de sombrero se apoderasen de todas las costas de India.”
UN NUEVO NAWAB
En marzo de 1756,
Ali Vardi, de cuarenta y ocho años, se enfermó fatalmente. Una poderosa
contienda se aproximaba en su corte en Murshidabad. Su nieto, Siraj-ud-daulah,
era conocido por ser el favorito de Ali Vardi, pero su pretensión era
vigorosamente resistida por la hija mayor de Ali Vardi, Mihr-un-nisa, mejor
conocida como Gahsiti Begam. Para ese entonces, Krishnadas, el hijo de
Rajballabh Sen, el administrador de ingresos de Dhaka, acusado de malversación
por el gobierno del Nawab, buscó refugio en Calcuta. Rajballabh era un
confidente cercano de Gahsiti. Siraj tomó esto como señal de que los británicos
apoyaban la facción de Gahsiti en la batalla de sucesión. Cuando Ali Vardi
murió en abril y Siraj se convirtió en el Nawab, inmediatamente exigió la
extradición de Krishnadas y un freno a cualquier fortificación de Calcuta.
Narrayan Singh, el portador de la carta del Nawab, fue despedido
ceremoniosamente por Roger Drake, el gobernador del Fuerte William, quien luego
le escribió a Siraj:
Algunos enemigos han advertido a Su
Excelencia faltando a la verdad, que nosotros estábamos erigiendo nuevas
fortificaciones… debe haber sido informado de la gran pérdida que supuso a
nuestra Compañía la toma de Madras por parte de los franceses, que había una
aparente guerra entre nuestras naciones, que, en consecuencia, estábamos
reparando los muros que corrían peligro
de ser arrastrados por el río, y que no estábamos, por lo demás, erigiendo
nuevas obras.
Narayan Singh,
humillado, retornó a Murshidabad y se quejó: “¿Qué honor nos queda, cuando un
puñado de comerciantes, que todavía no han aprendido a lavarse el trasero,
responden a la orden del soberano expulsando a su enviado?” Siraj, según dicen,
estaba enfurecido. Un grupo de su corte le
aconsejó precaución, recordándole que los ingleses eran como “llamas de
fuego” y que confrontarlos podría sumergir a todo el país en una guerra
general. Pero otro grupo abogó una firme diplomacia respaldada por una
demostración de fuerza. Los recientes conflictos entre los británicos y los
franceses en el sur de La India, y la subyugación de las reglas de Hyderabab y
Arcot, eran conocidas en Murshidabad, y era razonable para Siraj pensar que no
debía permitir a ningún europeo construir enclaves fortificados en Bengala. De
hecho, él estuvo dispuesto a anular los privilegios de los que gozaban los
británicos en Bengala en relación con las otras compañías europeas y tratar a
todas ellas en pie de igualdad.
Khwaja Wajid, un
mercader armenio de Hugli que comerciaba con la Compañía inglesa, fue nombrado
como intermediario. Siraj le explicó que estaba en contra de las
fortificaciones en Calcuta, del mal uso del Dastak
de la Compañía que devino en enormes pérdidas de ingresos, y de la protección
que los británicos habían dado a empleados corruptos del gobierno del Nawab.
Respecto del Dastak, no planteó la
cuestión de su mal uso por parte de los sirvientes de la Compañía sino las
ventas ilegales a los mercaderes indios, una práctica que aparentemente era
usual. También le escribió a George Pigot, el gobernador del Fuerte St. George
en Madras, declarando:
No
era mi intención suprimir el negocio mercantil de la Compañía que le pertenece
por fuera del subah de Bengala, pero
Roger Drake, tu gomasta, era muy
malvado y revoltoso, y comenzó a dar protecciones a personas que tenían cuentas
con el Patcha [Emperador] en su koatey [factoría]. A pesar de todas mis admoniciones, no renunció a
sus acciones vergonzosas.”
A pesar de todo, la misión de Khwaja Wajid’s terminó en la
nada. Drake no quiso escucharlo y virtualmente lo rechazó.
Siraj tomó
represalias inmediatamente. A fines de mayo de 1756, sus tropas asediaron la
factoría inglesa en Kasimbazar, no muy lejos de Murshidabad, y forzaron al
agente William Watts a firmar una garantía de que la Compañía se comprometía a
acatar las condiciones del Nawab. Ninguno de los servidores de la Compañía que
se rindiera sería sometido a violencia, ni los bienes de la Compañía serían
confiscados. Watts escribió más tarde que “una prueba de que el intento del
Nabob era conciliar el asunto, fue que él no tocaría ninguno de los efectos de
la Compañía, salvo las tiendas bélicas.”
En Calcuta, sin embargo, Drake decidió que el nabab sólo
estaba creando pretextos para embargar los bienes de la Compañía y expulsar a
los ingleses de Bengala. Él ignoró las repetidas sugerencias de Watts de buscar
algún tipo de conciliación con Siraj. En su lugar, el concejo del Fuerte
William escribió al Fuerte St. George pidiendo que se envíen refuerzos
inmediatamente:
Pedimos
nuevamente, de manera fervorosa, que se atienda a los intereses de nuestros
empleados profundamente preocupados por este asentamiento, que se consideren
las vidas y las propiedades de los habitantes, y que se valore el honor de
nuestra Nación, que ahora se encuentra en la hoguera, que no tiene ningún
motivo para negarse a suministrarnos el número de hombres que hemos demandado…
Usted debería, luego de todo lo que hemos dicho e instado, por estar a cargo,
rechazar o retrasar el refuerzo que exigimos, esperamos que Su Honorable
&c. nos disculpe si nos exculpamos de protestar en su contra en nombre de
nuestros honorables empleados, por todos los daños y consecuencias de tal rebeldía.
LA CAIDA DE CALCUTA
El 16 de Junio, el nawab, encabezando personalmente una
fuerza de treinta mil soldados con artillería pesada, arribó a las inmediaciones de Calcuta. En el Fuerte
William, el número de hombres armados disponibles para defenderlo era alrededor
de quinientos, de los cuales menos de la mitad eran europeos, incluyendo a los
soldados, miembros de la milicia y voluntarios, el resto eran armenios,
indo-portugueses e indios.
Un consejo de
guerra se reunió en el Fuerte William. Se sugirió que solo el Fuerte debía ser
defendido y que todas las casas británicas que rodeaban el Fuerte debían ser
dinamitadas para permitir fuego irrestricto sobre las tropas del nawab. Pero la
idea fue rechazada. El punto de vista hegemónico era que el Siraj no continuara
con sus amenazas frente a la oposición resuelta de los británicos. En cambio,
para disuadir el avance del nawab, prendieron fuego los sombreros de paja y
bambú de los indios de Gobindapur, y luego saquearon Bara Bazar. El gobernador
notó más tarde que, excepto los Mitra Gobindaram, indios destacados al servicio de la
Compañía, nadie del sector nativo del pueblo ofreció ayuda: “Son una raza de
personas tan tacaña que no recibimos ni asistencia ni fuerzas para el lugar en
el que sus bisabuelos disfrutaron de la protección de nuestra bandera, gracias
a la cual acumularon todo aquello que ahora poseen.” A todas las mujeres
europeas, así como las familias de los soldados armenios y portugueses se les
dio refugio en el Fuerte.
Las fuerzas del
nawab comenzaron un ataque en todos los frentes el 16 de Junio. Luego de tres
días de batalla, una mayoría del consejo del Fuerte William argumentaba a favor
de abandonar el fuerte y retirarse hacia las flotas ancladas en el río. Las
tropas del nawab saquearon el pueblo “de tal manera que la muchedumbre le dio comida y agua a sus ganado en porcelana
china… por tres o cuatro días,” escribió Yusuf Ali Khan “los servidores
atacaron la caballería e infantería del nawab, y al gentío del mercado,
contando cerca de sesenta a setenta mil hombres, que no escatimaban en demoler,
quemar y saquear propiedades por el valor de millones de rupias.” La moral
estaba desesperadamente baja dentro del fuerte, y en cuanto a Drake, gobernador
del fuerte, él mismo dijo: “Cada Negro que pudo escapar” lo hizo. Así, aunque
había provisiones en el fuerte, no había cocineros, y Drake, describiendo cuan
angustiosa era la situación, notó que “incluso el gobernador no tenía sirviente
pero sí un esclavo” Un oficial comentó más tarde que “la animosidad entre las
personas que estaban a cargo del comando y la guarnición no contribuían ni un
poco con nuestra desgracia.” Había un comportamiento profusamente revoltoso y
embriaguez entre los soldados: “La mitad de nuestros hombres estaban alcoholizados
con licor, no se suministraban provisiones ni agua a aquellos que se habían
quedado sin casa, los golpes del tambor llamaban a las armas tres veces,
alarmando que los enemigos se acercaban a la muralla, pero difícilmente los
hombres conseguían llegar a ella para defenderla.”
En la noche del 18
de junio, se había decidido que las mujeres europeas del fuerte debían ser
escoltadas hasta los barcos que aguardaban en el río. Pero las multitudes de
mujeres y niños indo-portugueses a quienes se les había dado refugio en el
fuerte también presionaban para subir a bordo: “Era difícil negarles la
protección, dado que sus maridos portaron armas en defensa del lugar.” Pronto,
la casa del gobernador y la guarnición habían sido abandonados. Cuando se
descubrió que en los almacenes no quedaban municiones para más de dos días,
hubo una demanda de retirada general del fuerte. Holwell, en particular,
sostuvo que retirándose hacia los botes antes del amanecer, tanto los europeos
como el tesoro de la Compañía podrían ser trasladados de manera segura. Sin
embargo, no se arribó a ninguna decisión fehaciente. A Amirchand, que había
sido prisionero en el fuerte por Drake bajo el cargo de conspirar secretamente
con el facción del nawab, se le pidió que
escriba al nawab para solicitar términos de negociación, pero Amirchand no
tenía humor para complacer a sus captores. En cualquier caso, incluso los
escribas persas empleados por la Compañía habían desertado.
Cuando el ejército
del nabab reanudó su ataque en la mañana, y el bote Dodaly llegó hasta el río debajo del fuerte, hubo una deserción
generalizada. Todos los que pudieron hallar un lugar en el bote zarparon. Hacia
el mediodía, incluso el gobernador Drake se había ido, navegando río abajo.
Pronto, no quedaron botes disponibles, aun cuando muchos, incluyendo ocho
miembros del consejo de guerra, aguardaban en el fuerte listos para partir. Se
esperaba que el barco de la Compañía, Prince
George, que aguardaba río arriba, arribase rápidamente para recoger a los
restantes europeos. Incluso en este momento crítico, la mala suerte se hizo
presente, el barco quedó encallado y no podía moverse. Los defensores estaban
varados en el fuerte sitiado.
Siendo que el
gobernador desertó ignominiosamente, los restantes miembros del consejo eligieron
a Holwell como gobernador del Fuerte William. Él prometió repartir tres cofres
del tesoro de la Compañía entre los soldados si lograban retener el Fuerte.
Pero con tantos oficiales mayores ausentes, era imposible mantener la
disciplina. Muchos soldados europeos, la mayoría presuntamente holandeses,
virtualmente sublevados, violentaron la entrada a las almacenes, se abalanzaron
sobre el licor y subsecuentemente desertaron en la noche. El 20 de junio, luego
de nuevos enfrentamientos, a Holwell no le quedaban más de 150 soldados,
desmoralizados, y “exhaustos de fuerza y energía”. Llamó a una tregua. Para el
anochecer, el fuerte estaba ocupado por las tropas del nawab.
Holwell fue llevado
ante Siraj, quien demostró gran resentimiento frente a Drake. Los indo-portugueses,
armenios e indios en el fuerte tuvieron permiso de retirarse junto con quince
europeos. Los europeos restantes quedaron a cargo de la guardia del nawab. De
acuerdo con los europeos y aparentemente bajo la influencia del licor, se
comportaron mal frente a los guardias, y al menos uno de ellos recibió heridas
fatales. Al parecer, las hostilidades continuaron luego de que el fuerte fuera
tomado. Cuando esto fue reportado, el nawab o uno de sus oficiales ordenó que
los europeos fuesen confinados dentro del fuerte. En el proceso
Figura 5.
Siraj-ud-daulah, proveniente de un retrato contemporáneo. Cortesia: Victoria Memorial Hall, Kolkata
descubrieron una celda,
pintorescamente llamada Agujero Negro, que era utilizada por los oficiales del
fuerte para encerrar a europeos revoltosos. Allí fue donde los prisioneros
europeos fueron retenidos durante la noche del 20 de Junio.
LAS CONSECUENCIAS DE LA DERROTA
Para comprender el contexto en el que fueron producidas las primeras
narraciones acerca de las muertes en el Agujero Negro, debemos viajar algunas
millas río abajo de Calcuta, frente a lo que en aquel entonces era el anodino
mercado rural de Phalta, donde se encontraba la estación de pilotos holandesa
de embarco y desembarco del traicionero Río Hugli. Allí es donde Drake y sus
colegas que se habían fugado esperaban en sus botes, para unirse a Watts y
Collet de Kasimbaza, asi como también a Howell y otros sobrevivientes de la
caída del Fuerte William. Durante varios meses, los representantes de Bengala
de la Compañía operaron desde Dodaly,
rodeados por una pequeña flota de Phalta.
La situación estaba lejos de ser edificante. Una semana antes de la caída
de Calcuta, la compañía holandesa de Hugli se negó a responder a una solicitud
de provisiones y ropa de los Dodaly: “Hemos
visto con sorpresa la imprudencia una nación que primero desafió a un enemigo tan formidable como el Nawab, y luego,
después de ofrecer escasa o nula resistencia, abandonó su fortaleza permanente
y su colonia sin hacer ninguna provisión de las cosas indispensables.” Los
franceses de Chandannagar (Chandernagore) eran despiadados en su condena a los
ingleses: “Su escape vergonzoso… cubre a todos los europeos con una desgracia
que nunca limpiaran en este país; todos los detestan, maldicen y aborrecen… En
muy poco tiempo, esos caballeros, especialmente Mr. Drake, nunca podrán
librarse de tal infamia, y Mr. Drake nunca será capaz de privar a su nación del
derecho colgarlo a él y a todo su consejo.”
La primer carta del consejo de Phalta a sus superiores en el Fuerte St.
George, que contenía las noticias de la caída de Calcuta, no se conoció hasta
el 13 de Julio, a más de tres semanas de ocurrido evento, a causa de las
dificultades en llegar a un acuerdo en la versión de lo que había sucedido.
Cuando Charles Manningham fue elegido para llevar esta carta a Madras y
reportarla en detalle, hubo una protesta escrita de algunas personas en Phalta
que acusaban a Manningham de haber desertado de su puesto en el Fuerte William
y de no ser confiable para dar una versión auténtica de los eventos. En
paralelo, Watts y Collet, en Chandannager, luego de ser liberados de la
custodia del Nawab, le escribieron al Consejo de Phalta acusando: “Ustedes
incitaron al Nabob a luchar contra Calcuta y luego desertaron del lugar y
huyeron a bordo de sus barcos, que con total probabilidad y como todos afirman,
fue el motivo de la pérdida del lugar, que podría haber sido defendido si
hubieran permanecido en él, y por lo cual tenemos la opinión de que abdiquen a
sus múltiples estaciones y que no se les consideren más servidores de la
Compañía.”
El 17 de Julio, Holwell escribió su primer carta al Fuerte St. George desde
Murshidabad, lugar en que permaneció bajo la custodia de los oficiales del
nawab, en la que describió la huida de Drake y de los otros como un acto de
deserción y una “cruel traición”, motivo por el cual los restantes miembros del
congreso del Fuerte William resolvieron suspender a los desertores, “siendo la
única posibilidad de resarcimiento en nuestro poder.” Por el otro lado, en
Phalta, William Lindsay, mencionó específicamente a Holwell en su reporte
cuando le escribió a Orme en Madras. “Luego de que el gobernador se fuera, Mr.
Holwell se hizo cargo de la factoría.
Estar ahí estaba muy en contra de su predisposición pero dos caballeros
se habían llevado el budgerow que
esperaba por él. Menciono esto porque entiendo que tuvo valor al quedarse
cuando descubrió que no podía irse.”
A principios de Agosto, luego del arribo de Holwell a Phalta, los
antagonismos en el congreso se agudizaron. Holwell se negó a firmar cualquier
papel relacionado con el congreso, porque consideraba que Drake y los otros, al
haber abandonado la defensa del fuerte, “se despojaron a sí mismos de todo
derecho o pretensiones en los futuros asuntos de la Compañía o de la colonia.”
También sostuvo que los restantes miembros del consejo del Fuerte William lo
habían elegido como gobernador y administrador de los asuntos de la Compañía y
“que los caballeros que en el presente constituyen la Agencia” no tenían
“ningún poder para despojarlo” de su
designación. Objetó los gastos por 64.662 rupias de los costos y daños del Dodaly, porque como dijo, había
abandonado la defensa del fuerte que se le había encargado, y por lo tanto,
tales gastos no deberían ser acusados a la Compañía. William Toke, en su
detallada narración de la conquista de Calcuta, describió las acciones de Drake
y Manningham como “algo tan escandaloso e inhumano que es una reflexión sobre
la nación… una cuestión tan sin precedentes que no tenía paralelo con los más
grandes bárbaros, sino con los cristianos.” También dijo que en Phalta, “la
antipatía de los servidores más jóvenes creció tanto por la mala conducta del
Consejo” que comenzaron a cuestionar su autoridad, presionaron a Drake para que
dejara las designaciones de gobernador y consejo, y comenzaron a llamarse a sí
mismos “agentes para la Compañía.”
Otro asunto que afligía era la cuestión de que los tesoros de la Compañía
retenidos en el fuerte habían sido robados. Éste era un tópico persistente en
cada reporte que circulaba en La India entre los oficiales franceses, al tiempo
que los asentamientos y las factorías inglesas de Bengala eran capturados por
Siraj. Cuando Holwell se rindió el 20 de Junio de 1756, los soldados del nawab
encontraron sólo 50 mil rupias en el tesoro del fuerte; Siraj montó en cólera
porque esperaba millones. ¿A dónde se había ido el tesoro? “No hay dudas,”
decía un reporte francés, “por la manera en la que se comportó Mr. Drake, que
había ideado un plan con los comandantes de las tropas, y ciertamente con los
concejales, y que habían acordado que los acontecimientos representaban una
excelente oportunidad para apropiarse de una porción de la riqueza confiada a
su cuidado.” Holwell, en su primera carta luego de su liberación en
Murshidabad, menciona que en la tarde del 18 de Junio, cuando se había decidido
que las mujeres europeas del fuerte fueran escoltadas a los barcos en el río,
también se resolvió mover el tesoro de la Compañía y sus libros. Fue más específico
en la siguiente carta, escrita desde Hugli:
Si el tesoro y
los libros fueron embarcados, no puedo decirlo, el último presidente y el
hidalgo a su cargo, que asumieron el título y la autoridad de “Agentes para los
asuntos de la Compañía”, son los mejores jueces. Luego de la partida del
presidente, hice una investigación acerca del sub-tesorero y amo de llaves del
tesoro, pero ninguno fue encontrado. Quise abrir el Tesoro en el primer receso
para acabar con este asunto, pero el receso nunca llegó.
El lenguaje de Holwell es
cuidadoso, pero su aspersión es inconfundible. Tooke fue bastante explícito en
su alegato:
0
Por qué razón no pudimos actuar tan sagazmente como
ellos [los franceses y los holandeses], no puedo
conjeturarlo. Ciertamente hay razones para pensar que actuamos según otro
esquema… De hecho pudimos haber resistido a las fuerzas del Nabob hasta que
arribaran refuerzos de la costa Coromandel y de Bombay; debe haber sido un
saqueo glorioso para alguno de nuestros hidalgos del Consejo; particularmente a
aquellos nativos que recibieron protección bajo nuestra bandera se les habría
hecho pagar por ello; tampoco se juntó
ninguna pequeña contribución alrededor del país; además el saqueo del río debe
haber sido suficiente para hacer a la fortuna de unas pocas personas… más aún
estoy seguro de que ellos colaboraron al éxito del nabob… que los buques se
equiparon para dar recompensa a los barcos enemigos de vuelta a casa, dos de
los cuales fueron capturados ...; y aun habiendo barcos de la compañía que pudieron haber sido usados
para la expedición, fueron dejados a un lado, y un barco (del que Mr. Drake
compró gran parte) fue enviado a la expedición, para que todo el botín fuera
suyo.
Este es la base del primer reporte del incidente del Agujero Negro. Brijen
Gupta ha compilado cuidadosamente la lista entera. Hay trece fuentes que han
llegado a nosotros, que van desde una mención en una carta escrita el 3 de
Julio de 1756, unas dos semanas luego de la caída de Calcuta, escrito por un
francés anónimo de Chandannagar, hasta la Narración
Genuina escrita por Holwell en Febrero de 1757. Hay un reporte más –el
catorce- de John Cooke, que se encontraba en el fuerte al momento de su caída,
pero que narró su versión de la historia del Agujero Negro ante un comité
restringido de La Cámara de los Comunes en 1772, dieciséis años después del
incidente. Gupta nos muestra con un razonamiento impecable, que Holwell estaba
directamente involucrado en la producción de cada una de esas narraciones –es
decir, no son piezas de evidencia independientes, sino el resultado de todas
las consultas con Holwell o la lectura de una de sus varias interpretaciones
del evento-. Por lo tanto, es la narración de Holwell la que debemos
reinterpretar, así como todos lo han hecho en los últimos 250 años, para contar
con un reporte de lo que sucedió en la noche del 20 de junio de 1756 en el
Fuerte William.
LA NARRACIÓN “GENUINA”
Aunque nació en Dublín, Holwell provenía de una familia de comerciantes
londinenses con educación. Estudió medicina y viajó a la India como ayudante de
cirujano. En Calcuta, mostro sus habilidades jurídicas y en administración de
ingresos, y se convirtió en alcalde y zemindar del asentamiento así como
también en el miembro del consejo más joven. Luego de su último viaje a Gran
Bretaña en 1760, emergió como especialista en asuntos de La India, escribió
tractos históricos y etnográficos, y se convirtió en miembro de la Royal
Society. Estaba dispuesto a mostrar su superioridad moral y sus cualidades
intelectuales en contraste con la habitual trayectoria de codiciosos
aventureros que llegaron a La India bajo el servicio de la compañía.
Escribió La narración genuina cuando
estaba en el Syren, en febrero de 1757, viajando de Bengala
a Gran Bretaña. Para entonces, Calcuta había sido reconquistada por el ejército
de Clive. En ese momento, Holwell se sentía mucho mejor. El aire de mar tenía,
como explico en la página introductoria de la narración, “ese efecto saludable
en mi constitución, eso espero; y mi mente disfruta de la calma de la que
tantos meses fui ajeno.” Tenía “ocio para reflexionar”, y como ninguno de los
sobrevivientes a la noche de la caída del Fuerte William había escrito una
narración detallada, el creyó necesario hacerlo. “Los anales del mundo”, creía,
“no pueden producir en ningún grado o proporción un incidente de tan lúgubres
circunstancias.” Su reporte, dijo, tal vez inspiró confianza y esperanza “de
aquí en adelante a quienes caigan bajo juicio, otorgándoseles una instancia (y
seguro una más firme no podrá darse), no han de desesperar, cuando inocencia y
deber sean las causas de su
sufrimiento.”
El reporte de Holwell fue producido como una carta destinada a su amigo
William Davis, y fue publicada en Londres en 1758 por primera vez bajo el
título de Una narración genuina acerca de
las deplorables muertes de caballeros ingleses, y otros, que fueron sofocados
en el Agujero Negro en el Fuerte William, en Calcuta, en el reino de Bengala;
en la noche subsiguiente al 20 de Junio de 1756. Para el momento en que se publicó la
narración, Siraj había sido derrotado en Palashi y asesinado. Clive y la
Compañía de La India Oriental estaban a cargo de los asuntos políticos de
Bengala.
Imagínese, mi
amigo, si es posible, la situación de ciento cuarenta y seis desgraciados,
exhaustos por la continua acción y fatiga, apiñados en un cubo de dieciocho
pies, en una noche cerrada, en Bengala, cegado en dirección este y sur (las
únicas direcciones de donde podía correr aire) por paredes muertas, y con una
pared y una puerta en dirección norte, abierta al oeste sólo por dos ventanas,
fuertemente barradas en hierro, por la que podíamos recibir el escaso aire que
circulaba.
Holwell y los otros defensores europeos del fuerte fueron llevados por los
guardias del nawab a la prisión del Agujero Negro cerca de las 8:00 p.m. y
forzados a través de la puerta. De alguna manera improbable, considerando la
pequeñez de la habitación en relación con la cantidad de hombres confinados,
“como una ola agitada impulsando a la otra, nos veíamos obligados a ceder el
paso y entrar; el resto siguió como un torrente, pocos entre nosotros,
exceptuando a los soldados, tenía la menor idea de la dimensión o la naturaleza
de aquel lugar que nunca habían visto.” Así comienza el relato de la inocencia.
No fue Siraj, señala cuidadosamente Holwell, quien ordeno que les
encerraran en esa particular habitación. De hecho, el nawab había “asegurado
repetidamente, en el mundo de un soldado,
que no se nos iba a infringir ningún daño; de hecho confío en sus órdenes
generales, de que esa noche debíamos permanecer seguros; pero lo que siguió fue
el resultado de la venganza y el resentimiento en las almas de los más bajo Jemmaatdaars, a cuya custodia fuimos
librados, bajo cuyas órdenes se asesinó durante el calvario.” Antes de que
entrara, Holwell había sido abordado por Leech, el herrero de la Compañía,
quien había abandonado el fuerte más temprano y había vuelto por un pasadizo
secreto, ofreciendo escoltar a Holwell hasta un bote en el que podría escapar.
“Le agradecí en los mejore términos en los que pude, pero le dije que era un
paso que no podía permitirme dar, que debía devolver ante los ataque que los
caballeros y la guarnición me habían mostrado, y, que estaba resuelto a
compartir su destino, sea el que sea.” Claramente, Holwell estaba deseoso de
enfatizar que él no era Drake o Manningham; que esto era, después de todo, un
llamado del deber.
Por su actitud y serenidad mental, Holwell era absolutamente diferente a la
mayoría de sus compañeros prisioneros. Ellos eran demasiado susceptibles a “la
violencia de las pasiones”, visto que sabía en el acto “que la única manera que
teníamos de sostener la desgracia, y sobrevivir la noche, era preservar la
calma mental y renunciar tranquilos a nuestra suerte.” Éste es el eje de su
narración: no la perfidia de Siraj o la crueldad de sus guardias, sino la
decadencia de una multitud de europeos corrientes, puestos en una situación de
adversidad peligrosa, en un trastorno abrumador, y su heroico esfuerzo por
mantener el control y la disciplina sobre sus propios cuerpos. Al poco tiempo
de ser encarcelados, Holwell comenzó a implorarles “que repriman, en lo
posible, toda agitación mental y corporal, y que delirar y dar rienda suelta a
las pasiones no podrá responden a otro propósito que el de acelerar su
destrucción.”
Mirando hacia afuera por la ventana, Holwell notó que un viejo guardia
“parecía tener en su rostro cierta compasión por nosotros.” Le habló y ofreció
pagarle mil rupias el día próximo si llevase a la mitad de los prisioneros a
otra habitación. El guardia se fue y volvió para decir que era imposible.
Holwell ofreció duplicar el pago, con lo que el guardia volvió a irse y retornó
para anunciar que el nawab se había ido a dormir y nadie se atrevía a
despertarlo.
Para entonces, Holwell notó que al haber transpirado tanto, todos estaban
doblegados por una “sed furiosa”, que “incrementaba a medida que el cuerpo
despedía humedad.” Holwell sólo podía ser un testigo mudo ante la locura de sus
ignorantes compañeros de prisión, quienes habían decidido sacarse su ropa:
“Creo que a los pocos minutos todos estaban desnudos (excepto yo, Mr. Court y
los dos jóvenes caballeros heridos junto a mi). Por poco tiempo se adularon a
sí mismos de haber ganado una poderosa
ventaja.” Algunos sugirieron sentarse sobre sus ancas. “Este recurso se puso en
práctica varias veces, y en cada una de ellas muchas de las pobres criaturas,
cuya fuerza natural era menor que la de otros o estaban más exhaustos, y no
podían recuperar sus piernas inmediatamente como otros hacían, cuando se les
decía que se levantaran, caían para no levantarse más; eran instantáneamente
pisados hasta la muerte, o sofocados.”
Cuando todos estaban clamando por agua, el guardia viejo se compadeció y
ordenó algunos barriles de agua. Instantáneamente Holwell supo que eso iba a
tener “efectos fatales.” “Esto era lo que temía. Preví que iba a ser la ruina
de las pocas chances que teníamos, y traté varias veces de hablar personalmente
con él para prohibir que las traiga, pero el clamor era tan alto, que se volvió
imposible.”
Paradójicamente, el gesto humano de un guardia de prisión trajo aparejado
la destrucción de una multitud de prisioneros irreflexivos, incapaces de
elevarse por encima de sus instintos animales. “Me había convencido a mí mismo
que algunos, de haber tenido un temperamento mental equilibrado, hubieran
sobrevivido la noche; pero la reflexión que me causó el dolor más grande fue,
que no veía ninguna posibilidad de nadie perdurando para contar la triste
historia”. Tan pronto como llegó el agua hubo una maniática carrera por ella.
Los que estaban cerca de la ventana llenaron sus sobreros hasta el tope, pero
“sobrevino una lucha tan violenta, y una competencia por alcanzarla, que antes
de llegar a los labios de alguien, sólo quedaba una pequeña taza de té dentro
ellos”. El insuficiente suministro de agua sólo aumentó la sed. “La confusión
se volvió general y terrible. Algunos abandonaron la otra ventana (la única
chance de vida que tenían) para abrirse paso hacia el agua, y la presión de la
multitud se convirtió en insoportable; algunos, forzando su paso desde el otro
lado de la habitación, aplastaban a aquellos en su camino, quienes tenían menos
fuerza, y lo pisoteaban hasta la muerte.”
Sin embargo, Holwell estaba “feliz, con la misma calma mental que había
tenido todo el tiempo, esperaba la muerte como inevitable, y sólo me lamentaba
de la lentitud con la que se aproximaba.” En un momento de debilidad, había
clamado por agua. Era tal el “respeto y la sensibilidad” que los otros prisioneros
tenían por él que se le dio un sombrero lleno de agua. Pero no había alivio, y
al darse cuenta de que esa no era la solución, decidió firmemente no beber más.
En su lugar, “mantuve mi boca húmeda chupando cada tanto la transpiración de la
manga mi remera, y agarrando las gotas cuando caían, como lluvia copiosa desde
mi cabeza y mi cara: difícilmente puedan imaginar lo infeliz que era cuando
alguna de ellas escapaba a mi boca.” Pronto descubrió que el hombre a su lado,
desnudo como los demás prisioneros, también chupaba su manga: “Cuando lo
detecté iba camino hacia la manga, pensé que mis reservas estaban
suficientemente repuestas; nuestras bocas y narices a menudo se encontraban en
la contienda.” Aquí había una insinuación de explicación científica, porque
pareciera que Holwell estaba insinuando que, a diferencia del resto de
multitud, él era consciente de que las sales de su sudor eran más útiles que el
agua en su condición. “Antes de haber dado con este afortunado recurso,
intenté, en un ingobernable ataque de sed, beber mi propia orina; pero era tan
intensamente amarga que no pude soportar un segundo sorbo, mientras que no
había agua Bristol más suave o
agradable que aquella que surgía del sudor.”
La escena dentro de la prisión era de desorden violento. Los guardias
parecían encontrarlo asombroso. Holwell estaba indignado. “¿Se puede creer, que
esta escena de miseria fuera el entretenimiento de brutos desgraciados? Pero
así era; y ellos se encargaron de suministrarnos agua, porque tal vez les satisfacía
vernos pelear por ella, como lo dijeron, y mantenían las luces encendidas, para
no perderse ninguna parte del entretenimiento inhumano.” Para Holwell, era
imperdonable que ojos nativos hayan presenciado la degradación de un grupo de
europeos a un estado de salvajismo natural. Lo único que podía hacer a modo de
represalia era transferir el atributo de “brutalidad” de sus ignorantes
compatriotas a los regocijados guardias indios.
A las once y media (no es claro
como Holwell se las arreglaba para leer su reloj con tanta frecuencia en el
interior de una celda oscura), “la mayor parte de los sobrevivientes se
encontraban en estado de escandaloso delirio, y el resto eran
incontrolables." Ellos maltrataron a los guardias y maldijeron al nawab.
Aquellos cuya fuerza y espíritu estaban algo
exhaustos, se recostaban y morían silenciosamente sobre sus compañeros: los que
aún tenían algo de fuerza y vigor, hicieron un último intento en la ventana, y
muchos triunfaron saltando y luchando sobre las espaldas y las cabezas de
quienes estaban en primera fila; se colgaban de las barras, pero no podían
removerlas. Muchos a la izquierda y a la derecha se hundieron por la violenta
presión, y se ahogaron rápidamente; porque ahora el vapor de los vivos y los
muertos nos afectaba en todas las circunstancias, como si forzaran nuestras
cabezas dentro de un recipiente lleno de un fuerte y volátil destilado de
cuerno de ciervo, hasta ahogarnos.
Holwell necesitó utilizar algo de fuerza para mantenerse con vida, porque
“desde las once y media hasta las dos de la mañana aproximadamente, sostuve el
peso de un hombre pesado, con sus rodillas en mi espalda y la presión de todo
su cuerpo sobre mi cabeza.” Había un sargento holandés sentado sobre el hombro
izquierdo de Holwell, y un Topaz –esto
es, un soldado indo-portugués- apoyado sobre el derecho. “A estos dos
frecuentemente los corría, cambiando mi agarre en las barras, y poniendo los
nudillos en sus costillas.” Pero hacia las dos en punto, Holwell estaba tan
cansado que saco su navaja, y tomo la decisión de cortarse las arterias,
“cuando el cielo se interpuso y me devolvió el espíritu fresco y el valor, y un
aborrecimiento a tal acto de cobardía que estuve a punto de cometer.” Pronto,
cree, se desmayó.
Cuando el día apareció, algunos de
los prisioneros comenzaron a buscar a Holwell esperanzados de que tal vez
intercediera con las autoridades para sacarlos de la celda. Lo reconocieron por
su remera, enterrado en una pila de cuerpos desnudos y muertos, y se dieron
cuenta que todavía estaba vivo. Mientras tanto, el nawab aparentemente dio la
orden de liberar a los prisioneros. “Pero oh! Señor, ¿qué palabras utilizo para
contarle todo el sufrimiento de mi alma al ver la terrible destrucción que me
rodeaba? No voy a intentarlo; y, de hecho, lagrimas… detienen mi pluma.”
Holwell fue llevado ante Siraj. En el camino, uno de los guardias le dio la
cordial sugerencia de que debía decirle al nawab dónde estaba escondido el
tesoro de la Compañía o sino iba a ser despedido como de la boca de un cañón.
“La intimación no me provocó ninguna preocupación; porque en esa coyuntura, yo
estimaba la muerte como el mayor favor que el tirano me hubiera otorgado.”
Siraj notó la condición miserable de Holwell y ordenó se traiga un gran folio
para que se sentara. Luego de un trago de agua, Holwell trató de describir al
nawab el terrible sufrimiento que los prisioneros habían experimentado. “Pero
me frenó en seco, diciéndome, que él estaba bien informado acerca de un gran
tesoro enterrado u oculto en el fuerte, y que se veía privado de él; y que si
yo esperaba algún favor, debía entregarlo.” Holwell negó el conocimiento de
cualquier tesoro. Frustrado, Siraj ordenó que fuera tomado bajo custodia en
Murshidabad.
Al haber sido tratado con tal severidad, tuve razones
suficientes para confirmar las siguientes cuestiones. El resentimiento del Suba
por mi defensa del fuerte luego de que el gobernador lo abandonara; su urgencia
a tomar el tesoro; y tercero, el resentimiento de Omychund por no liberarlo de
prisión cuando tuve el comando del fuerte: circunstancia que, al calor y apuro de la acción, nunca se me ocurrió, o lo
hubiera hecho; porque consideraba injusto su encarcelamiento.”
El viaje de Holwell como prisionero a Murshidabad fue arduo. A cada paso,
se le decía que ya no era el jefe del fuerte Alinagar -nombre que Siraj le había puesto al pueblo de Calcuta- y
que debía obedecer. Cuando él y otros tres prisioneros ingleses desfilaron por
las calles de Murshidabad, la vieja Begam, viuda de Ali Vardi y abuela de
Siraj, repararon y se apiadaron de ellos, y probablemente intercedieron con el
nawab en su favor. Los prisioneros fueron presentados ante Siraj al día
siguiente. “El miserable espectáculo que dimos debe haber creado una impresión
de lo más brutal; y si era capaz de sentir lástima o arrepentimiento, su
corazón lo sintió entonces. Yo creo que a pesar de él, lo mostraba su rostro.”
El nawab ordenó que se le removieran las cadenas y que Holwell y sus compañeros
podían ir a donde eligieran. Se dijo que alguno de los cortesanos le sugirió al
nawab que Holwell tenía suficientes fondos para comprar su libertad.
Ante esto, me informaron luego, el Suba replicó:
“Puede ser; si le quedase algo, dejen que se lo quede: sus sufrimientos fueron
enormes, el debería tener su libertad.” Si esto fue resultado de sus
sentimientos, o la consecuencia de su promesa la noche anterior al viejo Begum, no lo puedo saber; pero creo, que
en parte debemos nuestra libertad a ambos.
Un último punto
debe señalarse antes de dejar la narración de Holwell. En el transcurso de la
descripción de las caóticas escenas en la prisión del Agujero Negro, Holwell
menciona a un oficial naval llamado Peter Carey y añade entre paréntesis, casi
como una reflexión: “Su esposa, una mujer nacida en el país, no lo abandonó sino
que lo acompañó a la prisión, y fue una de las sobrevivientes.” En la mañana
del 21 de Junio, luego de enviar a Holwell, Court, Walcot y Burdet a
Murshidabad, el resto de los prisioneros fueron liberados, “excepto”, escribió
Holwell, “Mrs. Carey que era demasiado joven y hermosa.” Además de esta breve
oración, no se dice una palabra más acerca de ella. Mucho se dirá luego de
Faliceo Maria Carey.
No hay duda de que
Holwell tenía un hacha para afilar. El
asentamiento civil y el liderazgo militar abandonaron vergonzosamente el
fuerte, y Holwell quedó para negociar la inexorable rendición. La tentación de
mostrar la adversidad de la situación y su heroica devoción hacia el deber, en
sus más dramáticos colores, debe haber
sido abrumadora para él, especialmente como folleto destinado a
los accionistas de la Compañía y los miembros públicos de Gran Bretaña.
También es real que para protegerse de los cargos de falta de exactitud e inconsistencia, Holwell evocó repetidamente en
su retórica, la imposibilidad fundamental de representar este “trauma
fundacional.”
Un lector
consciente de la narración, sin embargo, no puede concluir en que el tema
predominante es la brutalidad del nawab de Bengala y sus soldados; el valor de
la disciplina mental y un juicio moral informado frente a desastre inesperado.
En la narración, la carga de brutalidad de Siraj no es más que un prejuicio,
incorporado en segundo plano. El nawab es mostrado como impaciente y obstinado
tal vez, pero no de una manera cruel, e
incluso, no carente de compasión. Alguno de sus guardias son serviciales para
con sus prisioneros. El escrito de Holwell es de hecho pedagógico, no
acusatorio. Fue escrito para establecer lo que podrían llamarse principios
elevados de disciplina moral para autogobernarse, destinado a su pueblo. Lo que
los indios vieron de los europeos esa noche en el Fuerte William, destruyó
todos las pretensiones de superioridad civilizatoria de las naciones cristianas
blancas. Lo que Holwell parecía estar reclamando era educación moral para los
británicos, para que sean dignos de gobernar sobre los moros y los Gentoos, impregnados de tiranía y
depravación. Tal vez digamos retrospectivamente que él estaba pidiendo a las
naciones imperiales que se civilizaran a sí mismas antes de asumir la tarea de
civilizar a otras. En este alegato, él estaba un poco adelantado a su tiempo.
RECONQUISTA Y MÁS
Requiere un poco de esfuerzo orientarnos en las
coordenadas temporo-espaciales del mundo del siglo dieciocho. Si lo logramos,
no debería sorprendernos el hecho de que con la cantidad de meses que se tomó
el Consejo de Madras para elegir una versión apropiada de los eventos, la
noticia de la caída de Calcuta no llegó a los directores de la Compañía en
Londres hasta el 4 de Junio de 1757, casi un año después del acontecimiento.
Seis semanas más tarde, el 22 de Julio de 1757,
se enteraron por Holwell, que acababa de llegar a Londres luego de un
viaje notablemente rápido de cinco meses, que Calcuta había sido reconquistada.
En Londres, Holwell se involucró en las tramas laberínticas de la Compañía.
Volvió a La India en 1758 y se convirtió en gobernador temporal del Fuerte
William cuando Clive retornó a Inglaterra en 1760.
Fue por esta época que Holwell colocó su obelisco afuera de las paredes del
fuerte para conmemorar las muertes del Agujero Negro. Hay una pintura hecha en
1760 y atribuida a Johan Zoffany, de Holwell parado frente al monumento en
construcción, con un plano en su mano, dando instrucciones –o tal vez
advirtiendo- a un encogido albañil indio. En su Narrativa Genuina, escrita cuando Siraj aún era jefe de Bengala, se
encargó de enfatizar que el nawab no era personalmente responsable del
confinamiento y el tratamiento de los prisioneros del Agujero Negro. En su
monumento, sin embargo, ahora que Siraj había sido vencido y estaba muerto,
Holwell escribió sobre la piedra su sentencia de que un “horrible acto de
violencia” cometido por Siraj, había sido “amplia y merecidamente vengado” por
Watson y Clive. De cualquier modo, en unos meses Holwell se encontró a sí mismo
del lado incorrecto de las guerras facciosa y como su carta de renuncia a la
Compañía aún navegaba de Londres a Calcuta, él mismo junto sus cosas y se fue a
su casa.
La historia de Bengala y La India
había tomado e iba a tomar un giro decisivo. No se trataba de una pequeña
cantidad de escándalos, como nos recuerda Nicholas Dirks. Los debates en torno
a la pérdida de Calcuta concluyeron en el Fuerte St. George descubriendo que
llegar a un arreglo con el nawab tenía poco sentido. Incluso si les permitía a
los ingleses volver a Calcuta, probablemente insistiría en condiciones que
eliminarían todos sus privilegios y los rebajaría a una posición similar a la
que gozaban los comerciantes armenios. E incluso de esta manera, no habría
garantía de que el nawab no fuera a imponer su propia voluntad. En consecuencia, en septiembre de 1756 se tomó la
decisión de enviar un escuadrón real comandado por el Admirante Watson, junto a
tropas de la Compañía lideradas por el Coronel Clive- fuerzas que estuvieron
disponibles en Madras para luchar contra los franceses por la guerra desatada
en Europa- para tomar por la fuerza el
asentamiento de la Compañía en Calcuta. Clive fue instruido para emprender las
operaciones militares necesarias para obligar al nawab a negociar un tratado
“para mejorar las condiciones de la Compañía.” El consejo en Madras le escribió
a su homólogo en Bengala:
Figura 6. John
Zephania Holwell, Gobernador del Fuerte William, copia platinotipia de la
pintura, probablemente hecha por Johan Zoffany, 1760. Junta de la Biblioteca británica. Todos los derechos reservados. Fuente: Biblioteca de imágenes
británicas (P 587)
Clive especulaba: “Me convencí a
mí mismo de que esta expedición no sólo iba
a suponer la reconquista de Calcuta, sino que el asentamiento de la Compañía en ese territorio tendría
condiciones más duraderas y mejores que nunca.”
De manera llamativa, los oficiales
de la compañía francesa habían llegado a las mismas conclusiones respecto de la
perspectiva comercial de los europeos en Bengala. La conquista de Calcuta por
Siraj alarmó infinitamente a Chandernagore: “Su ejército, exaltado por el
triunfo ante los ingleses, sólo esperaba las órdenes para venir por nosotros”.
Se notificó que los europeos en Bengala eran tratados con desprecio. “El
gobierno de Hugli nos trataba con una arrogancia inaguantable, frenó el curso
de nuestros negocios y nos engañó sin disimulo hasta en los asuntos más
sencillos.” La conclusión era clara: “Si el gobierno continúa en esta posición
sufriremos mucho, y comerciar será extremadamente difícil.” Gran Bretaña y
Francia se encaminaban a una guerra en Europa que duraría, en definitiva, siete
años. Clive sabía lo que tenía que hacer: “Las noticias de una guerra tal vez
interfiera en el éxito de ésta expedición. Sin embargo, en caso de que suceda y
se generen hostilidades en La India, espero que seamos capaces de desposeer a
los franceses en Chandernagore y dejar Calcuta en un estado defensivo.”
Siraj había dejado Calcuta a cargo
de su oficial Manikchand. El nawab no hizo ningún intento por persuadir a Drake
y a su flota anclada en las afueras de Phalta. Era como si esperase que los
ingleses se dirigiesen a él para negociar los términos de su retorno a Calcuta.
Probablemente no anticipó que ellos volverían con una fuerza lo suficientemente
fuerte como para reconquistar el fuerte. Calcuta fue reocupada por las tropas
de la Compañía el 2 de enero de 1757, sin una resistencia seria por parte del
ejército del nawab.
Pero las intrigas no cesaron allí. El agente bengalí de la Compañía se
quejó de Clive ante los oficiales de Madras: “No comprendemos con qué autoridad
usted ha asumido el derecho de delegar los poderes a ese caballero, y tratarnos
como subordinados… La autoridad y la confianza que investimos por nuestros
Honorables Maestros ha sido gravemente infringida ésta conducta sin
precedentes.” En respuesta, Clive escribió: “La pérdida de la propiedad
privada, y los medios para recuperarla parece ser la única cuestión que llama
la atención a los caballeros de Bengala… Créanme, ellos son sujetos maliciosos
y de corazón corrompido, y se adherirán a cualquier cosa para perjudicarlos…
Los tesoros de Perú y México no deberían inducirme a habitar en ellos.” También
se quejó de “las humillaciones” que había recibido “por parte del Almirante
Watson y de los caballeros de su escuadrón, en busca de prerrogativas.”
Aparentemente Watson insistió en autoproclamarse gobernador
del fuerte, aun cuando el Fuerte St. George le había otorgado a Clive tal nombramiento,
y habían persuadido al Almirante de renunciar.
Fiel a este mundo, Clive no frenó la reconquista de Calcuta. Armado con la
autorización de sus superiores “para atacar Hugli o cualquier otro pueblo moro,
o tomar represalias sobre los buques moros en el río… y disponer de los premios
que se puedan tomar”, inmediatamente procedió a atacar y saquear el fuerte del
nawab en Hugli. El pillaje de Hugli por parte de las fuerzas británicas fue
masivo, y cuando Khwaja Wajid, el mercader armenio local, reclamó por las
grandes pérdidas que había sufrido, Clive explicó: “Le aseguro que lo que se
hizo no tenía intención de ser contra suyo, sino contra la ciudad de Hughley,
en venganza por la ruina de Calcuta. Usted sabe muy bien de las circunstancias
bárbaras con las que se planeó la destrucción aquel lugar, y se resolvió antes
de dejar Chinapatam [Madras] que aquella ciudad debía sacrificarse.”
Durante los días siguientes, incluso
habiendo propuestas e intercambios de cumplidos entre Clive y Siraj, éste
último trasladó sus tropas hacia Calcuta. Escondido tras la niebla de una
mañana de febrero, Clive lanzó una maniobra de alto riesgo sobre las tropas del
nawab y aparentemente desconcertó a Siraj lo suficiente como para inducirlo a
negociar un tratado, al que los historiadores refieren como el acuerdo de
Alinagar, por medio del cual se restauraron los privilegios de los que los
ingleses gozaban antiguamente. Incluso, se les permitió fortificar Calcuta y
establecer una casa de la moneda allí. Siraj no accedió a restituir las
pérdidas ocasionadas en Calcuta, Kasimbazar y Dhaka, pero devolvió todo el
efectivo y los tesoros embargados. Se dice que Siraj ansiaba acordar la paz con
los británicos debido a la amenaza del avance del jefe de Afghan, Ahmad Shah
Abdali, que se movilizaba en dirección Este desde Delhi, lugar que acababa de
ocupar. De cualquier modo, Siraj retornó a Murshidabad con sus tropas.
Existe un debate entre los historiadores
acerca de quién inició y dirigió la conspiración que finalmente derrocó a Siraj
del masnad en Murshidabad. Sin
embargo, ninguno duda de que fue una conspiración. Un conjunto de argumentos
descansa en la poca popularidad personal de la que gozaba Siraj entre las
figuras poderosas del ámbito militar, así como entre la élite terrateniente y
financiera de Bengala. Se decía que Siraj era arrogante, de carácter fuerte, e
incluso perverso con aquellos que esperaban cortesía y respeto de un nawab
joven. Muchas historias circulan respecto de su crueldad, no sólo entre los
europeos, sino entre los escritos de los cronistas indios contemporáneos
cercanos a la corte de Murshidabad. Se dice que había muchas personas poderosas
en Bengala que estuvieron felices de ver el derrocamiento de Siraj.
Otro conjunto de argumentos señala la importancia del comercio europeo,
y su profunda conexión con los grupos mercantiles y financieros de Bengala. Los
británicos tenían poderosos aliados en la corte de Murshidabad que eran sus
colaboradores en el negocio, especialmente los primos Mahtab Rai y Swarup Chand
de la dinastía Jagat Seth, los banqueros más adinerados del mundo en aquel
momento, o políticos mercantes como los Amirchand, Khwaja Wajid o Khwaja Petrus
Arathoon. Ellos fueron vehementes participantes en la conspiración para
deshacerse del irreflexivo Siraj, quién había debilitado las bases del comercio
europeo en Bengala.
Finalmente, están aquellos que creen que
a pesar de todas aquellas fuerzas opositoras a Siraj, la matriz no se hubiera
moldeado sin la incidencia directa de Clive, Watts, Scrafton y otros oficiales
de la Compañía de La India Oriental, quienes se habían convencido de que la
única manera de asegurar los futuros intereses comerciales británicos en
Bengala, frente a la depredación de los jefes locales y de la competencia
francesa, era poner en el trono de Murshidabad un nawab dócil. Scrafton ha
dicho esto en una carta a uno de los socios más cercanos de Clive, en víspera
de la conspiración: “Por el amor de dios, déjanos proceder con el plan
previsto… Otórguele a Mr. Watts un indicio, al menos un estímulo, y él se
dedicará a formar una facción… Cuan glorioso sería para la Compañía tener un
Nabob devoto de ella!”
Mientras tanto, llegaron noticias a Bengala de que en Europa había
estallado la guerra entre Francia y Gran Bretaña hacía siete meses. Clive
estaba decidido a atacar a Chandannagar, pero Watson insistió en pedir el
permiso del nawab. A cambio Siraj anunció que no toleraría que dos naciones
extranjeras llevaran adelante una guerra en sus territorios, y para mostrar
imparcialidad, le dio a los franceses en Chandannagar los mismos privilegios
que les había dado a los británicos en Calcuta. Clive comenzó el asedio de
Chandannagar el 14 de marzo. Un soborno adecuado aseguró que Nandakumar Ray, el
faudjar de Hougli, no involucrara a las tropas del nawab en la defensa de los
franceses. Una semana más tarde, los franceses se rindieron, acordando dejar
Chandannagar y todas sus factorías en Bengala a disposición del nawab y el
Almirante Watson. El Fuerte d’Orleans de Chandannagar fue rápidamente saqueado
y destruido por las victoriosas tropas británicas.
A mediados de abril de 1757, la
conspiración para expulsar a Siraj comenzó con Yar Luft Khan, un oficial
relativamente menor, impulsado por Jagat Seth como el pretendiente. Sin
embargo, en unos pocos días, Mir Jafar, un cazador de fortunas árabes de Najaf,
que era el comandante del ejército del nawab, se volvió la elección de los
conspiradores. El 1 de mayo, oficiales británicos en el Fuerte William
resolvieron formalmente unirse al complot:
El Comité tomó en
consideración, si pudieran (consecuentemente con la paz hecha con el Nabob)
participar del proyecto propuesto por Meer Jaffir de tomar el gobierno de
Souragud Dowla, erigiéndolo… El comité, por
unanimidad de opinión, concluyó que no habría dependencia en el mundo de este
Nabob, honor y amistad y que una revolución en el gobierno sería extremadamente
ventajosa para los asuntos de la Compañía.
Un tratado secreto fue concluido por
Watts, el residente de la Compañía en la corte de Murshidabad, con Mir Jafar
que sentó los términos de su alianza con los británicos luego de convertirse en
nawab. Esto incluía una alianza militar, otorgándole todas las posesiones
francesas a los británicos, enormes compensaciones por las pérdidas sufridas
durante la ocupación de Siraj en Calcuta y la promesa del futuro nawab de no
construir fortificaciones en el sur de Hugli. Además de los primos Jagat Seth,
Rai Durlabhram Som, el ministro de ingresos del nawab, se unió al complot.
Amirchand, una figura clave por medio de la cual los británicos negociaron con
miembros de la corte del nawab, era tan desconfiado de Clive que su nombre se
omitió de la lista de beneficiarios en la copia original del tratado secreto
con Mir Jafar, y sólo estaba incluido en un duplicado mostrado a Amirchand.
Consternado por la trampa, Watson se
negó a firmar la copia falsa, momento en el que Clive, que despojado de una
consciencia delicada, falsificó la firma del Almirante.
Todo lo que faltaba era un pretexto para
romper la paz con Siraj. El 13 de junio, Clive le envió al nawab un ultimátum
acusándolo de no haber respetado el tratado
de Alinagar y haber movido sus fuerzas hacia Murshidabad. Siraj se dirigió a Palashi (Plassey) para
encontrarse con Clive, alrededor de 150 km al norte de Calcuta y 50 km al sur
de Murshidabad. Probablemente las fuerzas del nawab se contabilizaran alrededor
de las cincuenta mil, mientras que las tropas que comandaba Clive eran de mil
europeos y dos mil indios. Pero la conspiración aseguraba que tres generales
del nawab –Mir Jafar, Rai Durlabh y Yar Luft- reducirían dos tercios del
ejército al rol de espectadores silenciosos. La batalla duró de la mañana al
atardecer con ningún bando sacándose ventajas. En ese momento, una repentina
tormenta eléctrica convirtió el campo de batalla en un pantano. Las grandes
provisiones de pólvora del nawab se volvieron inservibles con la lluvia. La
artillería pesada difícilmente podía moverse a través del lodo. Cerca de las
tres de la tarde, Mir Madam, uno de los comandantes más eficaces en el ejército
del nawab, fue asesinado. Alarmado, Siraj suplicó a Mir Jafar y Rai Durlabh que
salven su honor. Ambos le sugirieron que suspenda las hostilidades hasta la
mañana próxima. Siraj ordeno a Mohanlal y los otros oficiales abandonar sus
posiciones. En ese instante, las tropas británicas iniciaron un ataque que
pronto acabó en la derrota de las fuerzas del nawab. Descubriendo que todo
estaba perdido, Siraj abandonó el campo. La batalla había terminado cuando caía
la noche.
El día siguiente, Clive escribió a Mir
Jafar: “Lo felicito por la victoria, que es suya más que mía… Proponemos
marchar mañana para terminar la conquista con la que Dios nos ha bendecido, y
espero tener el honor de proclamarlo Nabob.” Siraj, mientras tanto, había
vuelto a Murshidabad en la oscuridad de la noche y se marchó enmascarado al día
siguiente. Mir Jafar fue proclamado nawab de Bengala, Bihay y Orissa el 29 de
junio. Al día siguiente, Siraj fue descubierto, traído de nuevo a la capital y
asesinado brutalmente bajo las órdenes del hijo de Mir Jafar el 2 de julio de
1757.
¿LA REVOLUCIÓN DE QUIÉN?
El cementerio Khoshbagh se encuentra
frente al río Bhagirathi en la ciudad de Murshidabad. Un manto de muerte
violenta se cierne sobre este austero jardín. Un recinto contiene las diecinueve
tumbas pertenecientes, se dice, a los familiares de Siraj, todos envenenados
durante un banquete organizado por Miran la noche siguiente. Hay una tumba,
presuntamente de Dan Shah Fakir, un mendigo que reconoció al nawab fugitivo en
la orilla del río cerca de Rajmahal y lo entregó a los espías de Mir Jafar. El
joven hombre que trabaja como guía en Khoshbagh, explicó que Mir Jafar creía
que un faquir que traicionase al soberano del país por amor al dinero podía
fácilmente ser comprado nuevamente para traicionar al próximo soberano, por lo
tanto lo mató a él y su familia. Ninguna de las historias de los guías, sin
embargo, están respaldadas por el gazetteer
oficial, que menciona que la mayoría de estas tumbas anónimas pertenecen a
miembros desconocidos del linaje del Nawab Ali Vardi.
El modesto mausoleo en el centro
Khoshbagh alberga la tumba de Ali Vardi, que ominosamente predicaba la llegada
de los hombres de sombrero como gobernantes de las costas indias, pero aún él
desconocía que ese hecho sucedería tan próximo a su muerte. A su lado está
enterrado Siraj, “el último gobernante independiente de Bengala, Bihar y
Orissa,” como anunciaba el guía con una voz profundamente emotiva. Las tumbas
adyacentes pertenecían a Lutf-un-nesa, la esposa de Siraj y un hermano más
joven, todos asesinados, señala el guía, inmediatamente después de la muerte
del nawab. Los libros de historia no confirman los detalles de la narración del
guía. Pero él tiene derecho a su licencia dramática. Palashi puede haber sido
una pequeña batalla, pero las revoluciones que devinieron en Bengala fueron
inconmensurablemente sangrientas.
A menudo, los historiadores han
especulado acerca del pensamiento político en las acciones de Siraj contra los
británicos. Es dudoso que alguien encuentre alguna vez una respuesta
satisfactoria, dado el hecho de que Siraj murió en sus tempranos veinte años y
gozó de poder sólo durante un año. Incluso, la opinión popular en Bengala
acerca de su sucesor, Mir Jafar, es ambigua. Su palacio en Jafaraganj, en la ciudad
de Murshidabad, ha desaparecido. Todo lo que sobrevive es una gran compuerta,
impresionante incluso en sus ruinas, conocida en el pueblo como nimakharam deuri, la puerta del traidor.
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