*Claudia Correa es profesora de historia, graduada en la UBA y docente del nivel medio y superior así como de la Universidad Arturo Jauretche. Se ha especializado en los últimos años en los estudios de género de las mujeres africanas y afrodescendientes.
“Para este país
traje
el color de mi piel
mi pelo rizado
mi idioma materno
mis comidas
favoritas
en la memoria de
mi lengua”
Para este país, Lubi Prates
Introducción
Este escrito fue elaborado para ser presentado en las XVIII Jornadas Inter Escuelas de Historia realizadas en Santiago del Estero en el año 2022. En particular me resultó importante el hecho de poder reivindicar lo afrodescendiente desde
una perspectiva que vincula el género
con la raza y la clase social. Nada más grato que hacerlo de la mano de la
vasta obra literaria de Chimamanda Ngozi Adichie. Una joven escritora nigeriana
nacida en 1977 en Enugu, Nigeria, en el
seno de una familia de la etnia igbo, hija de padres universitarios. Sus
progenitores fueron Grace Ifeoma y James
Nwoye Adichie. Ella en 1996 obtuvo una
beca para estudiar Comunicación y migró
a Estados Unidos a estudiar en la Universidad de Drexel. Allí experimentó en carne propia la diáspora.
Incluso como lo indica en “El peligro de la historia única” (2009), es allí
donde se define como africana. Ella había crecido como una lectora precoz en un campus universitario del este de
Nigeria, Nsukka, recorriendo historias cuyos protagonistas eran extranjeros,
norteamericanos y británicos, blancos y de ojos azules. Es decir que
estuvo siempre cruzada por una visión
eurocéntrica. El idioma oficial de Nigeria era el inglés. Adichie manifestó que
la historia única de África provino de la literatura occidental. En 1561 el
navegante londinense John Lok llega a África Occidental y describió a los
africanos negros como “bestias sin hogar”. Y a partir de allí se cimentó una
tradición del África subsahariana como un lugar de oscuridades, de diferencias
y limitaciones. Ella le puso un nombre proveniente de la lengua materna, igbo, nkali
a esa visión del relato único: “ser más grande que otro”. Todo se define en una historia que sigue ese
principio del nkali, o sea según el modo en que se cuenta, quién la cuenta,
en qué momento lo hace y cuántos la cuentan, entre otros puntos. Son las estructuras subyacentes del poder las
que generan la mirada, según en qué extremo nos colocamos si en el de las
clases o pueblos dominantes o en el de las clases o poblaciones dominadas. Pero
gracias a escritores africanos como
Chinua Achebe y Camara Laye su percepción del otro en la literatura cambió y pudo encontrarse con personajes como
ella, de piel negra, en espacios similares al suyo.
Asimismo me siento profundamente
emocionada por haber realizado el Taller de Lectura Afro, coordinado por
Luciana De Mello, periodista cultural de Página 12, durante octubre y diciembre
de 2021, ya que gracias a este hermoso espacio pude conocer abundante y novedosa
bibliografía sobre esta temática que utilicé para enriquecer la trama de esta
investigación y también mis clases de Historia en los segundos años de secundaria, que abordan la Modernidad. Gracias a ella he
conocido a autoras afrodescendientes como Lubi Prates, brasileña, cuyo libro de
poemas “Un cuerpo negro” me pareció muy relevante para esta ponencia
porque recoge las experiencias de desarraigo de aquellas mujeres que tienen que
migrar. Poniendo gran énfasis en el pasado esclavista.
Por otro lado, me parece importante entender a África como un vasto, diverso y potente continente y no como un “país”, de forma reduccionista, porque ello nos ayuda a ahondar en la complejidad de sus realidades y a visibilizar la riqueza de sus contradicciones. Reconociendo la dinámica de estas sociedades y sacándolas del lugar del prejuicio, el estereotipo y el inmovilismo. Especialmente nos ayuda a comprender el contexto histórico que pone de relieve problemáticas tales como la esclavitud, el racismo, la misoginia y el colonialismo. El mismo contexto que le pone el nombre de civilización a lo hegemónico, y que degrada lo autóctono como barbarie. Chimamanda Ngozi Adichie destaca en sus intensos protagonismos femeninos las resistencias frente a estas estructuras desiguales que producen aquellas problemáticas. Ifemelu en “Americanh” e Ifeoma en “La flor púrpura” son claros ejemplos de ello. Además en ambos personajes, mujeres negras, encontramos la potencia de la palabra, la fuerza de la acción, la certeza de la diáspora y la imposición de una migración que visibiliza estas situaciones. Y sobre todo muestra que siguen siendo actuales, el racismo, la misoginia y el colonialismo, más allá de los principios liberales que se enarbolen en las metrópolis como Estados Unidos o Gran Bretaña.
Tomaremos en este escrito los planteos teóricos que trabajan desde una perspectiva no eurocéntrica. Primeramente al filósofo camerunés Achille Mbembe plantea, en su libro “Necropolítica”, que “el capitalismo racial es el equivalente a una vasta necrópolis que descansa en el tráfico de muertos y de osamentas humanas”, algo que sucede bajo un neoliberalismo que, fusionado por primera vez con el animismo, captura, devasta y saquea un mundo cuyo drama ya no reside en una multitud explotada, sino en su expulsión del sistema y su conversión en humanidad superflua y prescindible para las necesidades del capital. Luego, a Rita Laura Segato que aporta, con su indudable evocación del sociólogo peruano Aníbal Quijano, el concepto de colonialidad del poder (“Crítica de la colonialidad y otros ensayos”). A partir de la llegada de los europeos a América, desde fines del siglo XV, concomitante a las primeras excursiones sobre África que culminarán en la trata de esclavos, se inicia la Edad Moderna. En el contexto de la Modernidad es que aparecen definidas Europa, Portugal, España, América y África. Así como lo indio y lo negro. Pero para el caso de América hay una fundación única de un Nuevo Mundo como una categoría central a diferencia de África y Asia, que surgen de un modo periférico. En el concepto de colonialidad del poder está inscripto el eurocentrismo, que para el caso de las novelas de Adichie se vincula al sometimiento a estructuras de dominación que tienen que ver con el imperialismo inglés, tanto de Gran Bretaña como de Estados Unidos. El mismo se asienta en la inferioridad racial de los colonizados. Es decir que esto nos lleva a la noción de racismo, es decir, la jerarquización y atribución de valor desigual tanto a las personas, su trabajo y sus productos, en este caso con intervención especial del color de la piel. Tanto las normativas como las pautas de existencia de quienes son sometidos y oprimidos, los condenados de la Tierra, son devastadas, discriminando saberes y producciones, reduciendo civilizaciones, valores, capacidades, creaciones y creencias. Y finalmente nos conectamos con otros conceptos como género y patriarcado, que para el caso africano implican que en adelante el lugar de las mujeres de razas inferiores quedó estereotipado junto al resto de sus cuerpos, debilitado y marginal.
En su libro “¿Acaso no soy yo una mujer?”, Bell Hooks refiriéndose a la devaluación sistemática de la mujer negra en
Estados Unidos, encuentra el origen de dicho menosprecio en el aplastamiento de
la condición de las mujeres negras en la violación de las esclavas, durante el
período colonial. La persistencia de esa estigmatización produjo un sesgo
sexista y racista, que hace mirar a la mujer negra como un ser de poco valor y valía,
sexualmente depravada e inmoral. En los
cuentos cortos de “Algo alrededor de tu cuello”, Adichie, a menudo trabaja sobre ese estatus
degradado con el que se percibe a las mujeres negras migrantes. La misma
Ifemelu en “Americanah” al llegar a Estados Unidos sin dinero y con escaso
apoyo de su tía residente se ve obligada a pasar por una situación de abuso. En
“Todas tendríamos que ser feministas” cuenta una anécdota de su infancia en
Nigeria, en la cual su profesora de primaria promociona la aprobación de un
examen con la mejor nota para el ejercicio del cargo de monitor o delegado de
la clase. Ella obtiene la mejor calificación pero no puede hacerlo porque solo
los varones podrían ejercerlo.
Del mismo modo la violencia ocupa un lugar
central en la obra de Adichie. En su “Tipología de la violencia”, Byung-Chul
Han, en “Macrológica de la violencia” nos habla de las diferencias entre violencia y poder. Mientras el poder
construye un continuo de relaciones jerárquicas, la violencia genera desgarros
y rupturas. El poder une y encaja mientras que la violencia genera transgresión
y delito. Mientras el poder se inclina hacia el otro hasta doblegarlo, la
violencia se inclina hacia el otro hasta quebrarlo, destruye su espacio. Tanto la violencia como el poder, son estrategias
para neutralizar la otredad. Este desgarro, este corte lacerante, está
sumamente presente en la obra de Adichie en ese proceso de neutralización de la
otredad. La flor púrpura es uno de los
ejemplos más acabados de ello.
La propuesta de esta investigaciónno seguirá la línea cronológica de la obra de la autora ni tampoco dará un panorama pormenorizado de los argumentos de la misma. Apenas sugerirá la lectura de estos libros y un estudio comparado de los mismos. Entendidos como “bildungromans” o novelas de aprendizaje, pero desde una perspectiva crítica y “short stories” o historias cortas. Los artículos sobre las diferentes novelas y relatos de Adichie que conseguí para analizar están casi todos escritos en inglés, salvo unos pocos en portugués y uno en castellano, por lo cual me he visto en la obligación de realizar una traducción de ellos. Algunos hindúes, otros alemanes y uno etíope. La labor consistirá en trabajar primero con sus dos más grandes novelas históricas “Medio sol amarillo” (2006) y “Americanah” (2013), ya que fueron las que pude leer durante el aislamiento obligatorio en el 2020, para luego focalizar en los relatos cortos de “La flor púrpura” (2003) y los cuentos de “Algo alrededor de tu cuello” (2009). Finalmente introduciremos las narraciones de otras dos nigerianas recientemente traducidas al castellano por la Editorial Empatía: la novela “Las delicias de la maternidad” de Buchi Emecheta y el libro de cuentos “La felicidad, como el agua” (2020) de Chinelo Okparanta. Realizaremos una comparación de “La flor púrpura” con “Las delicias de la maternidad” (1979) y “Algo alrededor de tu cuello” con “La felicidad como el agua” ((2013). La razón de esta elección radica en que las dos primeras son las novelas históricas más largas que ha realizado, planteando gran parte de los conflictos que ya hemos señalado más arriba y el resto de los trabajos son relatos cortos pero no menos interesantes, que muestran el delicado equilibrio entre la vida en Nigeria y la que implica la relación migrante, tanto en Norteamérica como en Gran Bretaña.