sábado, 12 de febrero de 2022

Discurso de Léopold Sédar Senghor durante la primera cumbre de la Organización de la Unión Africana (OUA), mayo de 1963 (1).


Traducción: Ramiro de Altube (UNR)

"Su Majestad, Sus Excelencias, Mis Queridos Hermanos:

Por fin estamos viviendo, aquí y ahora, un sueño que hemos soñado largo tiempo: el sueño de una Conferencia que debería hermanar fraternalmente a los Jefes de todos los Estados independientes de África. Es un gran paso adelante. Ustedes están de acuerdo; no tenemos derecho a fracasar. Este sueño que estamos viviendo debemos ponerlo en vigencia, ahora, si no hemos de ser culpables de traición: traición hacia nuestros propios compatriotas, traición a la Madre África. Cómo vamos a ponerlo en práctica es lo que me propongo discutir.

Comenzaré por enfatizar la elección del método. Para el éxito de nuestro gran propósito, la eficacia del método cuenta más que la fuerza de nuestros sentimientos. Esta fuerza de sentimiento, esta pasión, es una de las características de la africanidad. Ha sido expresado, demasiado a menudo, en discursos en marcha, cuya virulencia es superada sólo por su falta de realismo. Es tiempo de construir sobre nuestra tierra: sobre nuestras realidades. Ésta es la condición esencial para nuestro éxito.

Quisiera, lo más brevemente posible, expresar mi opinión sobre tres puntos en los que debemos fijar nuestra atención: el primero son los fundamentos (foundations) de la unidad africana; el segundo su objeto; y el tercero la forma y los medios para lograrlo.

1. Los fundamentos de la unidad africana

La mayoría de nosotros siente que lo que nos acerca unos a otros, y debe unirnos, es nuestra posición como países subdesarrollados, otrora colonizados. Ésto no está mal. Pero nosotros no somos los únicos países en esa posición. Si pudiera decirse que esa es objetivamente toda la verdad, entonces la Unidad Africana debería algún día disolverse con la desaparición del subdesarrollo.

Estoy convencido que lo que nos une es más profundo; y mi convicción está basada en hechos científicamente demostrables. Lo que nos une está más allá de la historia: tiene sus raíces en la prehistoria. Surge de la geografía, la etnología y, por tanto, de la cultura. Existió antes del Cristianismo y del Islam; es más antiguo que toda colonización. Es esa comunidad de cultura a la que llamo africanidad. La definiría como “la suma total de los valores civilizados africanos: ya sea que aparezcan en su aspecto Arabe-bereber o en su aspecto Negro-africano", la africanidad siempre muestra las mismas características de pasión en los sentimientos y vigor en la expresión. Reconozco una alfombra africana entre aquellas de todos los otros continentes. No es una mera casualidad que algún mosaico en el Museo del Bardo2 se parezca a algún “taparrabos” de Mali.

Sé que nuestras lenguas son diversas. De norte a sur, desde el árabe hasta el hotentote, ellas muestran una serie de enlaces que las unen unas a otras. Nuestras razas son diversas. Desde la prehistoria, ellas se han mezclado.

La conciencia de nuestra comunidad de cultura, nuestra africanidad, es un preliminar necesario para cualquier progreso en el camino de la unidad. Sin ello no podrá haber voluntad, y mucho menos un esfuerzo efectivo para alcanzar la unidad. No niego que otra cosa que tenemos en común es nuestra situación como países subdesarrollados, caracterizados por un cierto número de rasgos que resumiría así: desnutrición y subproductividad por falta de capital y personal técnicamente capacitado. Pero para poder salir de esta situación, si bien su naturaleza es material y técnica, es la energía espiritual a la que debemos llamar. Debemos forjar juntos un alma común. Tenemos un alma común, que se encarna en nuestra africanidad. Todo lo que se necesita es reconocerlo y asumirlo. Eso significa que debemos comenzar por rechazar todo fanatismo, ya sea racial, religioso o lingüístico. Entonces, y sólo entonces, podemos definir nuestro objetivo con lucidez.

2. El objetivo de la unidad africana

El objetivo que debemos asignar, que asignamos, a nuestra acción sólo puede ser, evidentemente, el mismo que se han fijado otras naciones y continentes: el desarrollo a través del crecimiento económico. Digo desarrollo. Con eso me refiero a llevar a todos y cada uno de los africanos a su pleno valor. Es una cuestión de humanidad.

En el pasado el Colonizador pensó que éramos subhumanos y nos trataron como tales. Seamos lo suficientemente audaces para admitirlo, nuestra situación en ese tiempo, como la he definido anteriormente, explicaba si no justificaba tal desdén. Sólo los fuertes son respetados. Si la guerra fría ha llevado a las grandes potencias a cortejarnos es, por supuesto, porque la moralidad internacional ha crecido en mentes y corazones; sobre todo porque el “tercer mundo” ha unido sus debilidades para hacer de ellas una fuerza. Pero no debemos crearnos ilusiones, el miedo no es respeto, y África ni siquiera es temida.

Eso significa que debemos hacer más. No basta con que la unión de nuestras debilidades parezca ser una fuerza. Es importante no asustar a la gente. Lo importante es que transformemos cada una de nuestras debilidades en fuerza, que hagamos de cada africano un hombre que se alimenta y se educa así mismo hasta el hartazgo: un hombre desarrollado: que ha cultivado conscientemente en sí mismo, en cuerpo y alma, todas las virtudes de la africanidad. Lo que eso significa es que todos los africanos deben ser llevados, por medio y más allá del crecimiento económico, y por medio y más allá de un mayor bienestar, al límite de sus capacidades: a su estado óptimo. Ahora, según los economistas, África podría alimentar tres mil millones de personas: yo digo entonces, reanimando las virtudes de San Agustín y de Ibn Jaldún, reanimando las virtudes de nuestros constructores, nuestros escultores o pintores, nuestros poetas, al norte y sur del Sahara.

África contribuirá poderosamente a la construcción de una Civilización Universal. Por su unidad habrá sido previamente un factor para la Paz: de esa Paz sin la cual no existe civilización.

3. Formas y medios de la unidad africana

Es fácil definir nuestro objetivo. Fue más difícil descubrir los sólidos fundamentos de nuestra unidad. Es más difícil aún descubrir nuestras formas y medios. Si fuera fácil no nos hubiésemos dividido nosotros mismos en varios grupos. El propósito específico de esta Conferencia es, en mi opinión, fusionar estos grupos en uno, acordando sobre las formas y medios de nuestra unidad.

A primera vista, existen obstáculos que superar. Aunque son claramente visibles, debemos prestarles atención. Les recuerdo los fanatismos - raciales, lingüísticos, religiosos - de los que debemos deshacernos nosotros mismos, para comenzar. Luego existen los micronacionalismos. ¡Pensemos! Naciones europeas de 30, 50, 60 millones de habitantes han llegado a descubrir que no tienen suficiente tierra ni suficiente gente para organizar una economía o, más bien, para desarrollar una civilización que no sea distorsiva. ¿Qué diremos de nuestro países, el más poblado de los cuales no supera las 40 millones de almas?

Y, sin embargo, si no deseamos encontrarnos con el desastre, deberíamos considerar los ejemplos europeo y americano. Debemos ser cautelosos, avanzando paso por paso y etapa por etapa. Temo que nos dirigiríamos rápidamente al desastre si intentáramos construir una Federación, o incluso una Confederación con su propio parlamento y comando militar en el primer intento.

Si podemos superar nuestras diferencias religiosas más o menos fácilmente, teniendo en cuenta que todos somos creyentes, que todos pertenecemos a las religiones reveladas, atrevámonos por fin a decirlo, las diferencias étnicas, lingüísticas y culturales no se agotaran (wiped out), no digo eso – que nos empobrecería - pero se armonizarán mañana.

Como primer paso, debemos reconocer estas diferencias complementarias. Incluso deberíamos ayudar a organizarlas en uniones regionales. Puedo visualizar tres: África del Norte, África Occidental y África Oriental. Hasta el momento en que Sudáfrica sea liberada. Cada una de estas uniones podría, a su vez, estár dividida en uniones más pequeñas.

Pero en esta Conferencia debemos establecer las uniones regionales más importantes, la organización de los Estados Independientes de África y Madagascar - los títulos son de poca importancia -, que será el principal instrumento de nuestra unidad.

¿Qué instituciones deben conformar la Organización? En mi opinión, deberían ser muy pocas para empezar. Puedo visibilizar cuatro:

1. La Conferencia de Jefes de Estado y Jefes de Gobierno.

Ésta sería la institución suprema de la Organización. Sus decisiones por sí solas serían vinculantes. Se reuniría cada año o cada dos años, por un lado, para considerar las actividades de la Organización durante el período anterior y, por otro lado, para definir nuevos objetivos. Cada Estado miembro dispondría de un voto. Queda entendido que la Carta de la Organización y el Reglamento de Procedimiento de la Conferencia se habría redactado, si es posible, en Adís Abeba.

2. Las Conferencias de Ministros

Estas conferencias estarían conformadas por ministros designados por los Estados de acuerdo con las problemas a ser examinados. Su objeto sería estudiar aquellos problemas en los diferentes campos de nuestra cooperación y redactar bocetos para su discusión o recomendación a la Conferencia de Jefes de Estado y Jefes de Gobierno.

3. La Secretaría General

Este sería un cuerpo administrativo y no uno político; un cuerpo que implementa decisiones pero no las toma. El Secretariado General, designado por la Conferencia, tendría asistentes y tantos directores como lo requiera por el número de agencias especializadas. Los asistentes y directores serían elegidos de tal manera que asegure que todas las regiones y todos los grupos lingüísticos estén representados.

4. El Grupo Africano en las Naciones Unidas

Actualmente existe un Grupo Africano en las Naciones Unidas. Pero desafortunadamente, es uno ficticio. Por supuesto, cierta solidaridad hace vincular a los países no-alineados. Pero, no es menos cierto que nuestros problemas no son los mismos que aquellos de América Latina o incluso de Asia. La prueba de esta situación es que, en los hechos, las Grandes Potencias sólo reservan una pequeña parte de su ayuda internacional para África.

Entonces, si realmente deseamos la unidad africana, si queremos que nuestra acción sea eficaz, es esencial que la Grupo Africano en las Naciones Unidas devenga una realidad viva, y que sus deliberaciones sean respetadas por todos los Estados africanos sin excepción.

Se podrían constituir grupos africanos similares en todas las agencias especializadas de las Naciones Unidas.

Como dije anteriormente, nuestra cooperación debe extenderse a todos los campos, y especialmente al económico. Nuestra lucha por la independencia política de todos los territorios africanos está lejos de terminar. Incluso iré más allá: hasta ahora hemos tenido más palabras que acciones contra el colonialismo portugués y sudafricano. Es hora de que el bloqueo diplomático y económico que fue recomendado sea organizado metódicamente y además aplicado.

Queda por decir que no existirá Comunidad Africana sin una Comunidad Económica. Este es el lugar para trazar una distinción entre el Mercado Común y la Comunidad Económica. Con demasiada frecuencia, en África, el "Mercado Común" ha venido a ser considerado como un instrumento mágico para curar todos los males del subdesarrollo. Ahora el Mercado Común es, de manera modesta, una unión aduanera como aquellas que existían, aquí y allí, bajo el régimen colonial. La “Comunidad Económica” es mucho más y mucho mejor. Tendrá una política económica y financiera común, con planificación concertada y libre circulación de bienes y personas, además de disposiciones como aquellas que gobiernan el Mercado Común.

Como ustedes pueden suponer, la Comunidad Económica Africana no está planificada: lo será mañana. Pero debemos hacernos una idea ya hoy; y mejor aún, dirigir nuestros pasos y etapas en esa dirección. El primer paso bien podría ser el Mercado Común Africano. No disimulemos las dificultades. En efecto, el Mercado Común presupone la fijación de un arancel externo común, con la eliminación de cuotas e impuestos aduaneros. Ahora, como saben, nuestro presupuesto está principalmente financiado con los derechos de aduana así como por los derechos de importación y exportación. Al mismo tiempo, parte de estas cuotas protege a nuestras emergentes industrias. Incluso en este campo sería bueno proceder sabiamente por etapas.

Me he detenido en los obstáculos que enfrentamos en el camino de la unidad africana. Se me perdonará por ésto. Pensé que era el mejor método. Ahora debemos establecer las dimensiones de estos obstáculos y luego removerlos, o al menos reducirlos para poder progresar. Lo haremos al dotar a nuestras instituciones de estructuras racionales y realistas.

Sobre todo, lo haremos aceptando, cada uno de nosotros, algunos sacrificios. Al aceptar y aplicar en la práctica los principios generales que son la fuerza de todas las instituciones internacionales: la igualdad de los Estados Miembros, la no injerencia en los asuntos internos de otros, el no recurso a la violencia para resolver diferencias y la solidaridad efectiva entre todos los Estados africanos.

Lo dejo donde comencé. Cualesquiera que sean las dificultades del emprendimiento, estoy convencido que podemos tener éxito si lo deseamos. Pero para sentir ese deseo debemos creer, aceptar y ser conscientes de lo que tenemos en común: nuestro ser Africano.

¡Viva el África eterna!"


1Tomado de "SPEECHES & STATEMENTS MADE AT THE FIRST ORGANIZATION OF AFRICAN UNITY (O.A.U) SUMMIT", en www.au.int


2Uno de los museos más importantes de África y el Mediterráneo, ubicado en las afueras de la ciudad de Túnez (nota del traductor).

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