Por Juan Miguel Puttini
A medida que la Crisis Energética se va desarrollando a escala mundial se va tornando cada vez más claro que las modalidades de su impacto en las diferentes regiones y países comienzan a divergir.
Por lo que puede apreciarse hasta este momento, estas divergencias obedecen principalmente a los siguientes fundamentos:
a) El grado de desarrollo de la capacidad masiva de consumo alcanzada. En aquellos países, principalmente en los centros imperiales, en los que la capacidad de consumo de masas se encuentra altamente desarrollada y donde la parte del salario dedicada a insumos energéticos es proporcionalmente más reducida, se manifiesta una tendencia a la reducción paulatina del nivel de vida que, sin ser despreciable, hasta el momento es sobrellevada con cierta pasividad. Por el contrario, en aquellos países donde la mayor parte del salario es dedicada a insumos energéticos o a alimentos básicos no procesados industrialmente (cuyo componente energético es muy elevado) la holgura es mucho menor y el impacto sufrido es más directo y rápido. Quizá uno de los detonantes de las insurrecciones en el norte de África pueda encontrarse en este fundamento.
b) El poder adquisitivo general en relación a los costos energéticos. Similar al fundamento anterior, pero con el matiz de que a un mayor nivel de ingresos en dólares la capacidad de pago por insumos energéticos más caros se mantiene durante más tiempo, desplazando del mercado a aquellos humanos que, viviendo a nivel de subsistencia, no tienen más alternativa que abandonar las pretensiones de adquirir tales insumos y, por tanto, quedan fuera de competencia.
c) La proporción del sector industrial en el conjunto de la economía. Debido a la alta intensidad del consumo energético de la industria en relación a los sectores de comercio, finanzas o servicios, aquellos países, otra vez los centros imperiales, que han visto una reducción prolongada de la participación relativa de la industria en su economía poseen una mayor capacidad para resolver temporalmente el impacto del alza de los precios de la energía. Por el contrario, las economías industriales emergentes (China, Brasil, India, etc.) han recibido la capacidad industrial que abandonaba a los centros imperiales por lo que la intensidad energética del conjunto de su economía es mayor, y mayor es por consecuencia el impacto del aumento de costos. Adicionalmente el grado de eficiencia energética de la industria de las economías industriales emergentes es menor a la de las industrias de punta de los centros imperiales, agravando aún más el problema.
d) La capacidad de exportación de insumos energéticos. Aquellos países que pueden exportar insumos energéticos se encuentran en una posición privilegiada (Rusia, Medio Oriente, Australia). El aumento de precios los beneficia y los continuará beneficiando durante un tiempo más prolongado. Pero debido al mismo aumento incesante de la renta energética, y a la prosperidad que derrama hasta cierto punto sobre el conjunto de los habitantes, estos países están presenciando un crecimiento de la demanda interna de insumos energéticos, lo que conspira en ciertos casos con el mantenimiento de los niveles exportados.
e) La capacidad de exportación de insumos alimenticios. El reducido grupo de países que están en condiciones de exportar excedentes alimenticios pueden hasta cierto punto trasladar el aumento de los costos (el sector agrícola es muy intensivo en el uso de energía) hacia un aumento de precios. Esto posibilita el mantenimiento de los niveles de producción y al mismo tiempo un aumento en la recaudación impositiva sobre exportaciones.
f) Los recursos financieros del Estado. En aquellos países en que por una u otra de las razones anteriores aumentan los ingresos por exportaciones, el Estado es capaz de tomar una parte de esos ingresos y relocalizarlos, vía subsidios, en los sectores de la economía que son más vulnerables al aumento de los costos energéticos, ya sea la industria o la población más general.